Han pasado 30 años y después de los primeros pininos con resultados positivos, en medio de la euforia primigenia de lo novedoso, se ha pasado nuevamente a un momento paquidérmico de los mandatarios locales que se encuentran en la encrucijada del centralismo político y la descentralización administrativa en el marco de la Constitución y la Ley, pues un fenómeno impredecible creció a sus espaldas y poco a poco corroe el sistema democrático y la misma legitimidad de los mandatarios municipales, en el momento mismo en que la corrupción tomó las riendas de la contratación pública y de las elecciones que pagaban los interesados en contratar con el Estado a cambio de apoyar económicamente a los aspirantes a los cargos públicos.
«…no vemos, por ningún lado, las grandes obras anunciadas en las campañas electorales, se enfrascaron en las pequeñeces de la politiquería …»
Vemos desafortunadamente que, en su mayoría, los alcaldes regionales del Valle del Cauca, se encontraron con las manos atadas ante un sinnúmero de problemas que no estaban en su agenda electoral ni mucho menos en sus programas de gobierno y lo primero que debieron enfrentar fue la violencia, en los campos, en el sector urbano, que aún no cesa, pese a los esfuerzos gigantescos por detenerla o por lo menos disminuirla a su más mínima expresión. Esa violencia impulsada por el crimen organizado, los cultivos ilícitos, la ilegalidad convertida en el pan de cada día, no es la luna de miel de las administraciones, sino un bocado amargo que opaca toda buena intención en la búsqueda del bienestar general de los asociados.
En lo que compete a nuestra región no vemos, por ningún lado, las grandes obras anunciadas en las campañas electorales, se enfrascaron en las pequeñeces de la politiquería local y ahora están ahogados luchando por sobreaguar en medio de un invierno que no da tregua y acrecienta el nivel de pobreza y angustia de los afectados.
Es una lástima, que no se haya podido salir del remolino sin fondo en que se encuentran, esperando que todo venga del “cielo” del sector central, sin mover un solo dedo, sin hacer gestión importante alguna, sin mover sus propios sectores políticos, sus amigos brillan por su ausencia, los pocos auxilios se los llevó la pandemia y ahora enfilan baterías a buscar los nuevos mandatarios para el próximo período. Solo les queda tiempo para señalar a sus áulicos las posibilidades de sus amigotes de las nunca acabadas “roscas” e indicarles el camino a seguir. Cada municipio vallecaucano, no puede quedarse meramente en el disfrute de sus fiestas patronales, que duran tres días y pare de contar, muestran a los visitantes un poco de folclor y alegría momentánea que no deja de ser fugaz y pasajera, porque los problemas de fondo no se pudieron resolver y la pobreza se campea por los caminos y veredas esperando, como siempre, que las promesas de campaña se hagan realidad.