Para nadie es un secreto que el sistema de salud nuestro necesita de un proceso de modificación para asegurar que este servicio sea eficaz y llegue a todos los ciudadanos. Y aunque la ley 100, defendida por muchos y atacada por otros tantos, permitió que la cobertura en salud fuera casi total en regímenes contributivo y subsidiado es cierto que aún tiene muchas falencias que el próximo gobierno, con mayorías absolutas en el congreso, está en la obligación de subsanar, pues así lo prometió en campaña.
Pero, al que sí le tiene que poner mucho más cuidado el próximo mandatario de los colombianos y su ministro de salud es al tema de la salud mental, el cual, dicho sea de paso, parece que poco importara en nuestra sociedad. Temas como el suicidio, la ansiedad, la depresión, los procesos de duelo, el manejo de conflictos de pareja, que son el pan nuestro de cada día, son dilatados por la falta de personal y de voluntad política para asumirlos con todo el profesionalismo y responsabilidad que esto lleva consigo.
Así mismo, se hace urgente que dentro de nuestros establecimientos educativos se tenga suficiente personal capacitado en salud mental, como trabajadores sociales y psicólogos, que atienda la demanda de miles de estudiantes que están en situaciones complejas en su salud mental y que están al borde del abismo de las drogas, del alcohol, de intentos constantes de suicidios y de comportamientos que los llevarán a sufrir males peores. Y es que cada institución educativa, hablo por Tuluá, que tiene como mínimo 1000 estudiantes, tiene solo una docente orientadora, la cual no da abasto para tratar temas tan complejos como viven nuestros jóvenes de hoy.
La salud mental requiere de una atención inmediata sino, nos veremos abocados a tener una sociedad neurótica, esquizofrénica, violenta, suicida, con jóvenes deambulando por las calles, víctimas del flagelo de la droga y del alcohol y en el sin sentido de su vida. Es necesario lanzar un SOS por la salud mental de todos los colombianos