Quienes estamos al frente de procesos educativos, bien sea como docentes, directivos docentes, psicólogos y trabajadores sociales, llegamos a una conclusión muy triste pero que es real: Nuestros jóvenes necesitan ayuda urgente, de lo contrario los vamos a perder.
En primer lugar, muchos de ellos están viviendo ambientes familiares muy hostiles: padres separados, abandono por parte de uno de los padres o de ambos, alcoholismo al interior del hogar, violencia intrafamiliar, en fin, cientos de dificultades que hacen que nuestros jóvenes entren en estados de depresión y de angustia.
En segundo lugar, nuestros jóvenes están consumiendo sustancias psicoactivas a gran escala y aunque no se tienen estadísticas sobre dicho consumo, al menos en Tuluá, sí se sabe que dentro de los establecimientos educativos y fuera de ellos nuestros jóvenes se están envenenando con todo tipo de sustancias que consiguen a la vuelta de la esquina, o en los mismos centros educativos, sin que las autoridades competentes hagan algo y con el pretexto de la dosis mínima o del libre desarrollo de la personalidad y así terminan vueltos un desastre tirados como habitantes de la calle.
Muchos de nuestros muchachos están dedicados a actividades delictivas. Recuerdo con tristeza como un alto porcentaje de internos en la cárcel de Tuluá eran jóvenes entre los 18 y 25 años y un sinnúmero de jóvenes son asesinados frecuentemente y con antecedentes delictivos dentro de sus hojas de vida.
Por último, la mayoría de nuestros jóvenes de hoy no tienen un proyecto de vida claro, un horizonte para su vida, no saben qué hacer con ella, convirtiéndose así en generación NI-NI, es decir ni estudian, ni trabajan, ni hacen nada. Ante este panorama me pregunto, ¿qué será de estos jóvenes dentro de 5 o 10 años? ¿Qué será de nuestro país con unos jóvenes que siendo el futuro de la patria andan en el sin sentido de sus vidas? Por eso, lanzo un SOS por nuestros jóvenes porque si los salvamos tendremos un mejor futuro y un país en paz.