a actitud de una señora que participaba en la manifestación antigubernamental esta semana, cuando se refería a la vicepresidenta Francia Márquez, se convirtió en la piedra de escándalo y demuestra que el racismo y la discriminación se encuentra a flor de piel a pesar de la permanente lucha por los derechos humanos durante los últimos 50 años, luego de la Declaración Universal, después de terminada la segunda guerra mundial.
De todos es conocido el interminable trabajo de los líderes negros en Estados Unidos tendiente a contener esa demoledora tiranía discriminatoria existente en el seno de la cultura racista estadounidense durante el tiempo del esclavismo legal y aceptado generalmente por todos en su época.
Podemos percibir que aún quedan rezagos de semejante aberración, se continúan observando los casos, así sean aislados, pero que significan un sentimiento latente de estigmatización y la permanente cultura del “descarte” de que habla el Papa Francisco, en muchas de sus alocuciones ante el mundo.
Es frecuente aprovechar las manifestaciones públicas para hacer presencia esta tendencia, que aún persiste en la mentalidad de muchísima gente, lo que va en contravía de toda una inmensa mayoría que aboga por la igualdad, la equidad y la justicia social, entre otros temas de vital importancia en el mundo globalizado de hoy.
De donde se desprende la importancia, no solo de legislar, sino de hacer posible la aplicación de las leyes en forma práctica, con el fin de acabar de una vez por todas con esta actitud discriminatoria y violenta contra todo lo que nos parece diferente, para hacer posible la paz, pues bien lo han referido, “en donde existe la discriminación no habrá paz, ni mucho menos justicia social”.
Y también es muy importante tener en cuenta, que la discriminación se extiende a otros factores no menos susceptibles, como por ejemplo, la emigración, la xenofobia, el partidismo político, la homofobia y todo lo demás que sea diferente al propio pensamiento y cultura de un país determinado.
Se debe tener en cuenta que este problema de por sí, complejo, es de un tratamiento diferente, según la cultura del pueblo en donde se manifiesta. Así en nuestro medio, podemos decir que la Constitución y la ley es clara en este sentido en donde se rechaza y condena tajantemente todo tipo de discriminación racial, religioso, sexual y político.
Sin embargo, tal como sucedió esta semana, existe aún, lamentablemente, los ecos de un pasado luctuoso difícil de eliminar de la conducta humana, que quiere continuar rechazando y odiando la tendencia hacia la igualdad de derechos humanos.
Y hasta es paradójico que cuando se suman leyes protectoras de los animales y sus derechos, que se reconocen como “seres sintientes” van en contravía, muchísimas personas, que no aceptan a sus mismos congéneres en sus diferencias.
Así que no podemos aceptar de ninguna manera toda actitud racista y discriminatoria en estos momentos, de por sí difíciles, cuando todo conduce hacia una cultura de la igualdad de derechos en lo económico, lo social y lo político.
No podemos continuar con esa vieja política de odio, venganza y rechazo a lo diferente en medio de un mundo cada vez más globalizado y urgido de convivencia pacífica, seguridad, solidaridad y trabajo por la paz y la justicia.