En estos tiempos en los que la economía nacional es cada vez más extractiva, en términos tributarios, en sectores productivos con acceso limitado al apalancamiento financiero, o donde ser emprendedor es más difícil por las barreras estructurales de algunas; es conveniente planificar muy bien la llegada de los hijos, ya que éstos podrían llegar al mundo sin un presupuesto que garantice su formación bajo condiciones dignas y competitivamente justas frente a su contexto.
Es decir que, hoy se debe ser más racional que emocional, pues tener herederos implica la toma de decisiones, sobre un hecho que compromete capitales futuros, que podrían conllevar a la pobreza extrema a largo plazo, y peor aún; si se vive en condiciones limitadas por ingresos que solo alcanzan para el diario vivir.
La edad más idónea para concebir ya no está fijada en parámetros de salud y juventud, como se pensaba en décadas pasadas, donde era totalmente normal contraer matrimonio a los 15 años con alguien que garantizara las arras en tierras y flujos de efectivo que hacían viable una sociedad conyugal con una docena de hijos. Ahora se debe pensar en medidas más conscientes del crecimiento de la sociedad donde las oportunidades de emplearse y crear patrimonio son cada vez más escasas para la mayor parte de la población; debiendo así, centrarse primero en propiciar escenarios favorables para sí, en los que prepararse sea la prioridad.
O sea, poseer una carrera profesional, ahorros e inversiones que den rentabilidad antes de, y sobre esa base, elegir una pareja con idénticas convicciones para construir una familia y su propia descendencia.