En este punto del continente suramericano, en las zonas de clima caliente, hemos estado acostumbrados a sentir con mayor intensidad los rayos del sol en los meses de junio, julio y agosto de cada año, rayos acompañados generalmente de vientos intensos, que en muchas ocasiones han derribado árboles y han dejado sin techo a más de una vivienda. Estos céfiros, a pesar de los estragos que causan, parádójicamente han servido para que cometas de variados colores se eleven hacia el cielo, proporcionando alegría a niños y a personas que disfrutan de esta actividad. Por su parte, en las zonas de clima frío, en los meses señalados, las temperaturas se tornan más gélidas y los referidos aires también soplan por doquier. No obstante lo anterior, el escenario descrito parece que se ha desviado de su curso. Si bien el calor y el frío nos han acompañado en esta temporada, según el clima de las municipalidades de la geografía nacional y los vientos han hecho fugaces apariciones, también es cierto que las lluvias han arreciado en estos días (generalmente signados por sequías), causando inundaciones a su paso, un fenómeno que también se ha hecho presente en algunos lugares del viejo continente. Como es de suponer, estos torrentes de agua han ocasionado pérdidas de cultivos, viviendas y lo más grave, de cientos de vidas humanas. Desde luego, estas bruscas alteraciones climáticas generan un desequilibrio en el medio ambiente, que altera el ritmo de las siembras, de la cría de ganado, de la provisión de agua para el consumo humano y de la misma salud de los individuos. Este problema ha de recibir la atención del caso para evitar el calentamiento global y el colapso de la existencia de los seres vivos. Es hora de que los países del mundo, puesto que todos en mayor o menor escala son agentes contaminantes, implementen o mejoren las medidas existentes para detener la contaminación desenfrenada, generada por la tala indiscriminada de árboles, la emisión de gases tóxicos que emanan de vehículos y fábricas, las basuras depositadas en fuentes hídricas, entre otros aspectos. Por lo anterior, vale la pena respaldar los planteamientos de Greta Thunberg para beneficio de nuestro planeta, puesto que de lo contrario no tendremos una segunda oportunidad para rescatar la tierra, de la posible hecatombe que se avecina por las anomalías señaladas.