Estos días post Eurocopa ha circulado un video de los hinchas de la selección española celebrando su triunfo.
Llama la atención el cántico cargado de automatismos racistas contra el jugador catalán Lamine Yamal, la figura del equipo de 17 años, quien entró a la cantera del FC Barcelona cuando tenía 7 años, se le califica de prodigio (y todos esos adjetivos rimbombantes con los que describen a los jugadores); no obstante, Yamal tiene un pero, y es un gran pero: su madre es de Guinea Ecuatorial y su padre de Marruecos; es un hombre de familia migrante y afrodescendiente.
La escritora Toni Morrison tuvo una mirada develadora cuando dijo: “las personas que practican el racismo no están enteradas de que hay algo distorsionado en su psiquis”.
No comprenden que también son una raza, por tanto, la idea de sí mismos es una construcción; si se les despoja de su raza, de la superioridad que les provee, pregunta Morrison: “¿Qué eres sin tu racismo? ¿Sigues siendo bueno? ¿Sigues siendo fuerte? ¿Sigues siendo inteligente? ¿Sigues agradándote a ti mismo?” Y remata con una vaina majestuosa: “si solamente puedes ser alto porque alguien más está de rodillas, entonces tienes un problema serio”.
Logra dejar la responsabilidad en los hombros de quienes ejercen el racismo.
La escritora Carolina Sanín, habló sobre la importancia de hacer un examen moral del discurso, y este punto es importante porque estoy segura de que la gente del video no está en este momento cuestionándose nada respecto a la carga racista de su celebración; porque entre la multitud no soy yo, somos todos; y quizás no dejamos de ser sociedades racistas porque implica un cuestionamiento por parte del individuo, requiere un ejercicio de voluntad, analizar los comportamientos cotidianos; es una brecha tan grande porque ninguna ley, ninguna cantidad de activismos, va a poder movilizar la voluntad de un individuo que necesita cuestionarse, y sin embargo, no lo hace.