Necio sería negar que Gustavo Petro y Francia Márquez son los personajes del 2022 en Colombia. Un ex guerrillero al que hoy todo el estamento militar tiene que obedecer como el comandante supremo de las fuerzas armadas, jefe de estado, jefe de gobierno y suprema autoridad administrativa. Una ex empleada doméstica afrocolombiana que llega a la vicepresidencia de la república después de librar luchas sociales junto a su pueblo. Esto, por supuesto, causa urticaria en las élites que siempre dominaron el país, y en muchos a quienes les indujeron odiar a este tipo de liderazgos que son de su misma clase social. Los demás, hoy las mayorías, recibieron con esperanza este cambio.
“Usted jamás será presidente” le gritaban en la cara a Petro algunos parlamentarios de la facción de ultraderecha afincada en el partido político del ex presidente Uribe, y el hoy mandatario les respondía con clase que ellos si serían respetados y escuchados en su gobierno, como efectivamente ha sucedido, a pesar de la sorpresa de ellos y sus medios de comunicación que le apostaban a que el tal castrochavismo arrasaría con la institucionalidad democrática del país sirviendo de excusa para que ellos pudieran recobrar el poder rápidamente con algún golpe de estado blando, tal como acaba de suceder en el Perú o como sucedió en Brasil con Lula y Dilma, por ejemplo. Francia, ha sido un fresco simbólico cultural contra el país racista y clasista, lo que le ha valido ser considerada como una de las líderes más influyentes del mundo, aunque ya hace algunos años había ganado el símil del nobel en medio ambiente.
Ambos y todo el gobierno, con algunos problemas internos, han ido pisando con pies de plomo el camino de la gobernanza en medio de la clase política tradicional haciéndoles concesiones, más que incómodas para la izquierda que le ha tocado seguir resistiendo como si no hubiera ganado. Pero es la forma, ir ganando terreno de a poco sin descuidar lo esencial, como sucedió con el acuerdo de compra de tierras con Fedegan, y como se espera suceda en 2023 con las reformas sociales en el Congreso (pensional, salud, laboral, educación) donde el contrincante será quien se cree el dueño del pastel: el sistema financiero privado.