Una vez más el ex canciller del gobierno Petro, Álvaro Leyva Durán, acude a una carta dirigida al presidente de la República para de forma directa solicitarle “Presidente Gustavo Petro Urrego: Llegó la hora de revisar su permanencia en la Presidencia de la República.
Aspiré a decírselo personalmente. Imposible”. A esta conclusión llega el ex hombre fuerte del régimen petrista después de hacer un largo y detallado recorrido por las erráticas conductas del mandatario en el escenario de las relaciones internacionales de Colombia, desde el famoso episodio en París donde se expidió un Decreto con evidente falsedad ideológica para justificar la pérdida del mandatario- hasta dejar metido al poderoso presidente de Turquía Recep Tayyip Erdögan.
Se insinúa, o mejor, se confirma, como se quiera entender, que en todos los casos el presidente eludía sus responsabilidades porque se encontraba bajo los efectos de drogas psicotrópicas.
Ahora bien, el problema no son sus lunáticos discursos que nos ridiculizan en el conglomerado diplomático de las naciones y ante jefes de estado, no, el problema real son sus actuaciones como gobernante de los colombianos, pues no actúa como tal, no dirige nada, todo lo deja al vaivén de los acontecimientos, que casi siempre lo superan. Situación que si es aprovechada por ambiciosos depredadores del erario público para enriquecerse ilegalmente como nunca antes se había visto en gobierno alguno, y lo hacen con un solo y expedito discurso: deificar al mandatario y responsabilizar de todos los males de Colombia a la oligarquía, a Uribe y a los gobiernos anteriores.
Petro no está en condiciones de salud para gobernar a Colombia, debe someterse a tratamiento médico, es un enfermo de adicciones que no controla y el Senado de la República debe cuanto antes acudir a lo normado por la Constitución Nacional, Artículo 194, declarar la “incapacidad física permanente” del mandatario y restablecer la institucionalidad extraviada, de lo contrario debemos prepararnos para un largo periodo de caos generalizado, donde hasta los amagos de una guerra civil se anuncian. Veremos si la preconizada madurez institucional de Colombia funciona o no.