El pasado 21 de enero, en la medialuna del parque infantil de Tuluá, se celebró una audiencia que el Instituto de Financia-miento de Tuluá (INFITULUA) de la administración municipal, llamó de socialización, pero que en realidad era de información porque el proyecto mediante el cual se pretende construir modificando la arquitectura tradicional del parque, es eso, un proyecto del que apenas se había visto en redes una animación un tanto mentirosa de cómo quedaría el parque después de su intervención por parte del INFITULUA, que contrataría una firma privada en una onerosa cuantía.
El afán del Instituto por remodelar el parque parece mostrar lo que muchos llamaron ese día “el negocio, socio” a juzgar por los antecedentes de quienes podrían estar motivados por el contrato. Pero antes de la preocupación por el erario público, de por sí grave porque sale de nuestros bolsillos, es la cuestión socioambiental lo más apremiante.
En épocas de emergencia climática mundial es una herejía plantear construcciones que reemplacen naturaleza por cemento, así sea poca la porción. Por esto la participación civil en la audiencia, lo primero que recalcó es que no se puede tocar ni un prado ni un árbol del entrañable parque que todos quieren así no habiten el barrio Salesianos.
De ahí se vinieron sendas intervenciones que criticaron la ausencia de consenso con la gente del mercado campesino que funciona allá, con los colectivos ambientalistas de la ciudad, y la ciudadanía en general.
Como la audiencia pareció de notificación de construcción, tampoco faltaron aireadas intervenciones, por demás serias y documentadas, de la diputada Catherine Morales y otros profesionales en punto a la ausencia de un indispensable plan de manejo ambiental de la obra; y como la administración llevó su propia barra de funcionarios públicos para aplaudir la presentación de diapositivas, saltaron los jóvenes politizados que dejó el estallido social, “centennials” impetuosos pero con razón y argumentos para defender lo que es de todos.
Felicitaciones, porque a menos que el municipio pase por encima de la voluntad popular, la remodelación del parque debe consensuarse, y el gran contrato tal como lo visualizaban se les cayó.