La ley 115 de 1994 que regula todo el sistema educativo y la ley 1098 de 2006 o Código del Menor establecen claramente que el proceso educativo de los niños, niñas y adolescentes son tarea de la familia, la escuela y la sociedad formando así una triada que permitirá que nuestros infantes y jóvenes tengan así una educación integral.
Esto en el papel suena muy bonito pero en la realidad es pura mentira porque la escuela se ha convertido en una especie de “parqueadero de niños” donde los padres de familia dejan a sus hijos para que nosotros los eduquemos, para que hagamos lo que ellos deben hacer en la casa, que es formar en valores, y en el momento que los directivos docentes los citan para hacerles caer en cuenta que su hijo (a) va mal académica o disciplinariamente en la mayoría de las veces no asiste, ni le importa lo que pase con el (la) y en el peor de los casos el malo del paseo es el maestro porque su hijo es un santo y el profe le tiene bronca y en caso extremo hasta le pone una demanda con tan mala suerte que el colegio se tiene que aguantar al muchacho porque tiene el “derecho” a la educación.
Pero lo que no recuerdan es que un derecho e implica el deber de estudiar y eso parece que se les olvida a nuestros dirigentes judiciales.
Y si por la familia llueve por la sociedad no escampa porque para ella el tema de la educación de los niños, niñas y adolescentes no son de su resorte y por lo tanto no se untan, y solo se dedican a criticar las acciones que se hacen al interior de la escuela y la culpa es siempre de los docentes, pero ellos no aportan en los procesos educativos.
Desde esta columna quiero pedir a gritos por favor no nos dejen solos. Si queremos salvar a nuestros jóvenes todos debemos aportar para que ellos sean hombres y mujeres de bien a través de procesos educativos, claros, y donde todos seamos protagonistas de esta tarea.