Es sorprendente y al mismo tiempo preocupante la enorme distancia existente entre las autoridades del gobierno y la sociedad en general en relación con el cuidado y manejo que deben tener con la pólvora durante estas fiestas de Navidad y Fin de Año, según las estadísticas de quemados hasta la fecha, que no se detienen, sino que van en aumento.
Las víctimas no solo son los niños y niñas, como solía suceder en otros tiempos, sino también los adultos y de todos los sectores sociales, ricos y pobres, hombres y mujeres, adolescentes de ambos sexos, en otras palabras, hay oidos sordos a las mil y una recomendaciones que diariamente provienen de las autoridades, lo que convierte a esta época en un período más peligroso que alegre, pues la desgracia viene de la desobediencia a las reglas más simples en el uso y manipulación de la pólvora.
Ni las sanciones más severas doblegan la insensatez de la gente que juegan con la vida misma en una temporada en donde debería reinar la convivencia y la paz entre los vecinos, la familia y los parientes que se reencuentran para celebrar uno de los acontecimientos más importantes de la historia, por lo menos en el mundo occidental.
Al mismo tiempo no tiene explicación la compra y venta de los elementos explosivos en cualquier esquina de los barrios, tiendas y negocios, siendo que está prohibido y es lamentable la poca o casi nula conciencia sobre el peligro que conlleva el entretenimiento juegos pirotécnicos que, por muy simples que parezcan, conservan la peligrosidad propia desde su elaboración.
No puede ser posible que en los barrios, los adultos, a partir del mes de noviembre, inicien la quema de las llamadas “culebras” y compitan sobre quién hace más estruendo durante gran parte de la noche, ocasionando igualmente una molestia no solo a las personas que duermen, sino a los perros que pasan un momento de nerviosismo espantoso, temblando en el rincón más oscuro de las residencias. Los amantes de los animales sufren en este mismo sentido y sin poder hacer absolutamente nada en defensa de lo que más quieren trasladando un estado de inquietud e intranquilidad a su entorno familiar.
No se puede gobernar a medias tintas, queriendo dar gusto a todos y justificando la permisibilidad en una supuesta reactivación económica, lo que no es responsable ni se ajusta al mandato constitucional, acerca de la obligatoriedad de la defensa de la vida, honra y bienes de los habitantes. Se deben establecer prioridades de convivencia y no puede ser que lo económico prime sobre el dolor de los niños y niñas quemados, nada hay más doloroso que ver esos cuerpecitos infantiles en una sala de recuperación hospitalaria y muchos quedan con la pérdida de alguno de sus miembros para toda su vida, lo que les trae horribles consecuencias síquicas y sociales.
Es muy urgente que las autoridades adelanten estudios profundos sobre esa inclinación ancestral de los hombres, mujeres y niños, de buscar el peligro,sin tener en cuenta ninguna recomendación para evitar las consecuencias fatales, que luego lamentarán sin remedio. Que el uso de la pólvora no prevalezca sobre la alegría propia de la Navidad y Año Nuevo.