Tristeza, rabia, dolor, impotencia, pueden ser algunos de los calificativos que, seguramente se quedan cortos, ante los casos de feminicidio y la violencia contra las mujeres en nuestra región y en el país.
Las explicaciones son elocuentes, los reproches ni se diga, al igual que los señalamientos ante las posibles responsabilidades institucionales.
Las cifras son abrumadoras. Para citar un número aterrador y según el Observatorio Colombiano de Feminicidios, entre enero y marzo de 2023 hubo 133 casos de feminicidio en Colombia (49 en enero, 44 en febrero y 40 en marzo).
Sin palabras...
En los departamentos, principalmente y en municipios como Tuluá, las diferentes administraciones seccionales y locales han empezado procesos que tratan de prevenir este flagelo.
Sin embargo, pareciera que esos esfuerzos se reducen a la nada cuando se conocen las cifras o cuando lamentablemente ocurren casos como los sucedidos durante la celebración del Día de la Madre en ciudades como Bogotá o Santa Marta o en regiones como Santander y Boyacá, donde hubo mujeres vilmente asesinadas.
Cuando esos casos suceden y se conocen videos que se vuelven virales, la sangre parece hervirnos.
Empiezan los cuestionamientos desde los medios, pasando por los comentarios de las redes sociales, llegando a la impotencia de los seres queridos de las infortunadas víctimas.
Por ello, se deben aumentar los esfuerzos y los recursos para prevenir todo tipo de violencia intrafamiliar y toda violencia basada en género.
Sin embargo, pienso que el mejor mecanismo de prevención está en la recuperación de nuestro tejido social. Hagá-mosnos esta pregunta, ¿qué clase de hijos estamos levantando?
Porque el tema de las violencias intrafamiliar o basada en género, no tiene exclusividad, no solo ocurre en determinados estratos socioeconómicos.
De ahí la importancia de velar no solamente porque no les falte lo material a nuestros hijos, sino lo más importante, el ejemplo, el tema espiritual. Esa es la herramienta más contundente para educar.
Inculcarles a esos muchachos que están creciendo valores como el respeto y el temor a Dios. Cuando nos acercamos al creador y seguimos sus preceptos, seguramente no tendremos hijos perfectos, que no se van a equivocar, porque somos humanos, pero tendremos hombres y mujeres que antes de tomar decisiones y actuar de manera impulsiva e irresponsable, lo pensarán primero y discernirán.