El nacionalismo tiene sus raíces en los más profundos instintos primitivos e impulsos emocionales de la humanidad. Se forma con el aporte de miles de fuentes de la raza común, con su identidad de idioma, religión, folclore, tradiciones, literatura, arte, música, creencias, hábitos, odios, temores, ideales y lealtades de tribu. Los hombres siempre han combatido por sus hogares.
Al nacionalismo no lo hacen enmudecer, ni las batallas, ni las derrotas. Al contario, se enciende con mayor fuerza con cada nueva guerra y con cada nueva paz. De toda derrota, como de cada victoria, surge un nacionalismo más fiero.
Es una fuerza incontrolable que lo mismo puede convertirse en causa de guerra que en prenda de paz y de progreso.
Los males secundarios del nacionalismo no deben ocultarnos sus valores positivos.
El nacionalismo en el sentido noble de la palabra, es una satisfacción, una realización que motiva la unidad espiritual, una mejor administración oficial, el florecimiento del progreso y la expansión científica del arte, la música y la literatura.
Hay en el mundo 195 naciones distintas. En las ondas corrientes de la emoción humana, el interés primario del ciudadano reside primero y ante todo, en la propia patria.
El nacionalismo que mama con la primera leche todo ser humano, durará tanto tiempo cuanto habite el hombre este globo terráqueo, y necesariamente habrá que tomarlo en cuenta en todo plan de conservación de la paz.
El compromiso de restaurar la soberanía y el gobierno propio de los que han sido privados de una y otro por la fuerza, exigirá la devolución de su independencia.
En todo caso, en el momento mismo en que se quebrante el poder del enemigo y el clarín de la victoria ordene cesar el fuego, todas ellas recabarán instantáneamente el libre ejercicio de su gobierno propio.
No van a esperar a que los negociadores de la paz tomen las decisiones pertinentes a las necesidades de esos pueblos.
Todos los pueblos de Europa y de Asia, insistirán en mantener su independencia y su cultura propia. Negarles tal derecho haría peligrar la paz duradera. Pero necesariamente esa independencia y esas varias culturas tendrán que organizarse mejor para poder conservar la paz.