Dejó de rodar el balón en Qatar y todos estuvimos más pendientes de si fue o no penal el que le cometieron a Ángel Di María para el primer gol de Argentina en la final frente a Francia, que de otros temas, esos sí, de vida o muerte, como el que afecta al futbolista profesional iraní, Amir Nasr – Azadani, de 26 años de edad, que está ad portas de ser colgado hasta morir por defender los derechos de las mujeres en su país y haber participado en una de las tantas y violentas protestas que se han realizado en ese territorio islámico desde que murió en un Hospital de Teherán la joven de 22 años Mahsa Amini, quien fue detenida brutalmente por la “Policía de la moral” por no utilizar o llevar bien el velo en público.
Ya varios jóvenes han sido condenados a muerte y ahorcados por estos hechos. En el caso del futbolista, se dice que, junto a otras personas, habría sido obligado a firmar una declaración en la que se hace responsable de la muerte de un comandante de la Policía de ese país durante una de las jornadas de protesta.
Sin embargo, todo parece indicar que él ese día no estaba en ese lugar. Pero la presión de las fuerzas del Estado Islámico pudo más que su resistencia, manifiestan algunas voces que rechazan lo que está ocurriendo en territorio iraní. Uno de los cargos de los que es acusado el futbolista es el ‘moharebeh’ o ‘delito contra Dios’. Quienes son acusados de ese delito no pueden contratar un abogado independiente, entre otras tantas irregularidades o arbitrariedades a nuestros ojos, claro, desde la mirada de occidente.
Lo cierto es que mientras el mundo o gran parte de él celebró a rabiar el título de Lionel Messi, en prisión un hombre agoniza en vida, porque seguramente tiene contadas sus horas, esperando el momento en que se dé la orden para su ejecución. Si es que mientras escribía estas líneas no fue ya ejecutado por orden de un Estado que sirve a un Dios que no es el mismo de Abraham, Isaac y Jacob(Exodo 3:6-17)