Estamos viendo con profunda preocupación la forma tendenciosa de sugerir la prolongación del miedo y el temor entre la población que se hizo patente a raíz de los anuncios programáticos del presidente designado durante la campaña electoral sobre temas muy sensibles en los sectores económicos, tales como, reforma al sistema de salud, reforma a las pensiones, la reforma de la agricultura, la tan temida reforma tributaria, entre otros temas cruciales que le valieron el apoyo de la mayoría de los colombianos.
Un problema que se observa es la insistencia de los periodistas de los grandes medios a interrogar tanto al mandatario ganador, como ahora a los ministros designados, sobre simples presunciones, sobre los problemas que aún no se resuelven y que son de vieja data, acerca de todos y cada una de las propuestas, que necesariamente deben ser planteadas mediante proyectos de ley en el Congreso de la república, pero que están arrojadas al aire desde ahora, todavía son discutibles, sujetas a cambios, precisiones, efectos reales en la sociedad y por supuesto que, como se dice en el argot taurino, “cada torero trae su cuadrilla” y ni más faltaba que un mandatario gobernara con sus enemigos a la espalda.
Hemos sido testigos de las diversas tergiversaciones presentadas en las alocuciones de los excandidatos en sus respectivas manifestaciones, propias de toda campaña que busque adeptos y en donde lo importante era “desmentir “a uno y otro de cualquier manera posible. Siempre se sostuvo que fue una campaña sucia, falaz, perversa, repudiable, como nunca antes se había visto en este país.
Y es precisamente absurdo pretender continuar sembrando el miedo y el pánico ante situaciones que no han sucedido, ante proyectos que no se han aprobado, ante las declaraciones apresuradas que se dicen para salir del paso.
Es un llamado a la cordura, a la sensatez, que creemos es lo que ha tratado de implementar el presidente designado, cuando llama al “pacto social” en donde caben todos los partidos que lo deseen apoyar en su mandato y así lo hace al dar a conocer a sus ministros que ofrecen confianza y seguridad en el camino progresivo hacia el pleno desarrollo económico y social.
Es obvio que ganó con sus propuestas y es lógico que las tiene que defender a capa y espada, de lo contrario muy seguramente, se le retirarían de inmediato desde todos los rincones del país los que los apoyaron y que están esperando el cumplimiento de sus promesas.
Lo que confunde a sus opositores es el modo cómo hará las transformaciones necesarias para llevar a cabo su programa de gobierno. Y eso es lo que se debe discutir en el Congreso de la república, que se supone es el sitio ideal y propio de la democracia.
No podemos continuar echándole la culpa de los males del país tanto al presidente entrante como al saliente, es una discusión que no tiene fin, porque siempre faltará “mucho por hacer” y ninguno ha resuelto, desde hace años, los más graves problemas que tenemos y por consiguiente, insistimos una y otra vez, que dejemos de lado las presunciones, lo que no se ha aprobado, ni mucho menos discutido plenamente y con toda la claridad posible.