El Evangelio de este domingo tomado de Lucas nos habla de Marta y María, las hermanas de lázaro a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Ellas, en un gesto de solidaridad y de amor por el maestro, lo invitan a su casa. Marta está muy ocupada en las labores de la casa, lógico es importante tener la casa limpia para que Jesús se sienta bien y preparar seguramente la comida para semejante comensal. María por su parte está a la escucha del Señor.
Ante este acto de desconsideración de María hacia Marta, ella hace el reclamo: “¿Señor, no te importa que María me deje sola en las labores de la casa?” sin embargo Jesús le responde: “Marta, Marta estas muy preocupada por las cosas del mundo, María ha escogido la mejor parte y nadie se la quitará”. El mundo de hoy es el fiel reflejo de este pasaje. Estamos muy ocupados de las cosas del mundo: de ir al gimnasio para mantenernos en forma, de mantener un buen empleo, de mejorar nuestras relaciones sociales, de tener un buen empleo, de tener un status social, de mejorar nuestras finanzas y todo eso es importante, nadie lo niega; sin embargo, estamos perdiendo lo más importante: nuestra relación con Dios. La vida espiritual ha caído en desuso, parece que no importara, hemos perdido el sentido de lo trascendente, de volver los ojos a nuestro ser superior para alabarlo, agradecerle por todo lo que nos regala, para pedirle, para estar con él, para escucharlo a través de su palabra.
Fortalecer nuestros valores espirituales ha de ser una labor que todos deberíamos trabajar. Es el primer paso para mejorar nuestras relaciones humanas, nuestra vida familiar, nuestra vida laboral y sobre todo es el camino mas claro para poder alcanzar la paz. La libertad religiosa no quiere decir volvernos ateos. Es volver a Dios dentro del criterio religioso que cada uno tenga. Ojalá desde el gobierno que se acerca se respeten el principio de que acercarse a Dios es necesario para el ser humano.