Nunca antes en la historia política de nuestro país se había presentado un fenómeno tan marcado por la división entre dos tendencias programáticas de los candidatos a la presidencia de la república y que ha traído como consecuencia inmediata el aumento indiscutible de los indecisos ante una contienda, cuyos protagonistas, especialmente los dos favoritos, no se han ahorrado epítetos para desprestigiarse mutuamente, no solo en privado, sino también en la plaza pública.
Un inmenso mar de propaganda exprime todos los recursos de los más hábiles publicistas con el fin de captar electores a diestra y siniestra, de tal manera que sus mensajes penetran profundamente en las mentes de los votantes y llevándoles a polarizarse cada vez más con mayor intensidad.
Las últimas encuestas demuestran que hay un 6.2 % de indecisos y un 4.6% que votarían en blanco, lo cual demuestra que sería un casi 11% el número de personas que estarían por fuera de la contienda y en consecuencia se convierte en una cifra que, en caso de redefinirse, podrían ser decisivos en el triunfo de uno de los dos aspirantes punteros.
Si bien es cierto que las estadísticas no han variado mucho, en relación a los que llevan la delantera, por lo menos se ha depurado su número y de siete candidatos solamente quedan tres en la baraja, considerados los de mejor solidez.
La tendencia del abstencionismo en el país ha sido creciente y se fundamenta en la tradicional costumbre de sostener que los políticos son los mismos de siempre con sus repetitivas promesas incumplidas cuando ascienden al poder y ahora es supremamente peligrosa esta actitud cuando los mensajes de las redes sociales no cesan en sus posiciones inalterables de degradar al contrincante, sea como sea, lo cual incide dramáticamente en la polarización nacional.
Todo lo anterior debilita la democracia en lugar de fortalecerla ya que limita las opciones que podrían tener otros con ideas y programas valederos, lo cual suscita nuevos enfrentamientos en medio de un clima de zozobra e intranquilidad social, política y económica.
Creemos que los indecisos, deberían dejar de lado su cómoda actitud y definirse de una vez por todas, pues está en juego, como nunca antes, el futuro del país, la democracia y la paz.
Si miramos con detenimiento a nuestro alrededor, la encrucijada geopolítica de la región es muy preocupante, la oleada de protestas son inconmensurables, los regímenes son vulnerables y el respeto por las instituciones democráticas es altamente peligrosa.
No es el momento de quedarnos mirando “los toros desde la barrera”, sino el de participar activamente en la orientación propositiva del país político y nacional.