Este país se echó con las petacas. Como a quienes nos gobiernan les resulta mejor remendar el vestido viejo que comprar un vestido nuevo, nos hemos ido acostumbrando a solucionar los problemas con subsidios del estado para calmar a todo el que chille.
Y de las grandes obras, de esas que dan vuelco a un país y generan desarrollo, no se volvió a hablar. Mucho menos de aquellas que solucionan problemas a largo plazo y generan desarrollo futuro. No se cuanto tiempo llevamos con el perendengue de la carretera al Llano. Cada tanto de tiempo se cierra.
Cada aguacero se derrumba. Y ahora, por un temblor de 5.8, lleva tres semanas viniéndose a puchitos impidiendo el tráfico, aislando la producción agrícola y ganadera de la llanura oriental y elevándonos los costos para muchas cosas.
Se habla siempre de la emergencia, pero no se habla de construir otra carretera, por otro trazado, con túneles como los han hecho en Antioquia. Nada de eso. Prefieren los pañitos de agua tibia. De la misma manera seguimos con otro problema, aún más viejo, el de la carretera de Pasto a Popayán.
A punta de remiendos, de emergencias a las carreras reparamos el daño, pero nadie presenta una gran solución, una carretera que vaya por otro lado y esquive los problemas que desde 1928 tiene la actual.
Y ni qué decir de la falta de empuje para realizar la ampliación a doble calzada de la carretera entre Cali y Bogotá en los 37 kilómetros que hacen falta entre La Paila y La Tebaida.
Ni que tal el listado de limosnas que han repartido esta semana para no dejar morir esos equivocados esperpentos de los sistemas de transporte masivo, Mios y Transmilenios. Y el subsidio conque van a ayudarle a los taxistas a pagar la gasolina tan cara.
Y el subsidio que les facilitan, de manera indirecta, a los cañicultores y transportadores con el etanol para cuadrarles el despiporre. Es una falta de visión y de verraquera para afrontar el futuro y ello solo lleva a la resignación de los mediocres.