El tiempo y el destino me han golpeado sin cesar.
Más yo sigo adelante, sin dejarme doblegar, pues no vale llorar, tampoco suplicar, hay que pensar que todo pasará… Al final la vida sigue igual, eh, al final la vida sigue igual. Las líneas precedentes hacen parte de la canción de Sandro, que lleva el mismo nombre del título de esta columna.
Éstas describen las oscilaciones que a veces nos depara la existencia, en cuanto que estamos expuestos a muchas adversidades, pero la tolerancia, la lucha y la esperanza nos permiten hacerles frente para al final, las más de las veces, salir fortalecidos de las mismas. En otras palabras, en la vida, en ciertas ocasiones nos sumimos en distintos eventos críticos, unos derivados de nuestros estilos de vida y otros que emergen de manera súbita.
Lo cierto es que no es posible vivir en permanente crisis, puesto que, como reza el dicho popular “No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”. La reflexión anterior, se ajusta a lo que sucedió en el mundo con la pandemia provocada por el coronavirus, virus que sumergió al mundo en un periodo impensado, acompañado de dolor, desconcierto, confinamiento y pérdida de miles de vidas alrededor del mundo.
Pese a la dimensión de este fenómeno, varios países unieron esfuerzos, conocimiento y tecnología para producir el antídoto que requería semejante mal. En efecto, nunca antes, por lo menos en la historia reciente, se había desplegado tanto trabajo cooperativo entre las potencias del orbe para producir la vacuna con celeridad y eficacia, esfuerzo que a la postre ha permitido salvar muchas vidas y recobrar en tiempo récord, el decurso de la existencia.
Por ello, retomando la parte de la referida canción, se podría decir que la pandemia nos golpeó sin cesar, pero no nos doblegamos, y gracias a la vacuna, hemos vuelto a la normalidad. Sin embargo, me atrevo a decir aquí y en el ahora, que, aunque la vida sigue igual, debido al levantamiento de las restricciones motivadas por la pandemia, es menester extraer varias lecciones de tan descomunal suceso, que, sin duda, ha marcado un espacio indeleble en la historia de la humanidad.
Así las cosas, es preciso repensar nuestros hábitos alimenticios, nuestras normas de higiene y de socialización, nuestra actitud y comportamiento frente al calentamiento global, entre otros aspectos.
Si bien el episodio en cuestión, según algunos expertos pudo haber iniciado por la ingesta de ciertos alimentos, la inobservancia de las sugerencias que se acaban de plantear, bien nos pueden enfrentar a otras adversidades generadas, por ejemplo, por la falta de cuidado de nuestro planeta tierra.