Cuando se es joven siempre los esfuerzos se encaminan a salir de la casa en la búsqueda de otros lugares para conocer nuevas culturas, costumbres y hacer realidad los sueños de niño y especialmente de estudiante.
Los tiempos han cambiado, me correspondió vivir en dos siglos, el paso de la pirinola, la cauchera, los zancos a la inteligencia artificial ha sido estupendo, aunque difícil de digerir, nunca pensé que envejecería, solamente ahora tomo conciencia de mis 80 añitos, cuando los vehículos me ceden el paso en las esquinas de las calles, cuando me siento en una banca del parque y ya no veo a mis viejos amigos, cuando quiero tomarme un tinto en el café y ya me hace daño, hay que echarle un poquito de leche y sin azúcar, cuando mi esposa me dice con mucho cariño: “camine derecho”, cuando me canso de pié, cuando ya casi nadie me hace caso, cuando me molesta el ruido en la calle y en las reuniones, así sean familiares.
Y ahora, cuando despierto y puedo levantarme, doy infinitas gracias a Dios que tuvo misericordia conmigo y en un día luminoso me dijo:” yo haré de ti una criatura nueva”, de eso van 30 años en una comunidad eclesial, poco a poco y lentamente, el Señor me otorga la Fe, veo con nuevos ojos los acontecimientos de la vida diaria, soy optimista, y el gran regalo que me ha otorgado, la hija, ahora de diez años, me empuja, anima, vitaliza y alienta a vivir el día a día, sin apuros, afanes e incertidumbres, antes bien, voy más lento, despacio y prudente, para que esta felicidad de los 80 no se escape de mis manos y se extienda más y más.