Una de las cosas que más me desespera, me irrita y me saca de quicio es la falta de puntualidad, pero sobre todo por la facilidad con la que el incumplido se disculpa para quedar bien con quien ha adquirido el compromiso. Y es que los colombianos tenemos una gran cualidad o defecto, de siempre tener a flor de labios la excusa para lograr que las personas que nos rodean, confíen y crean en nosotros.
La falta de puntualidad lleva a muchos fracasos en la vida, en el amor, en los negocios, en el trabajo, en todo. Cuando alguien es puntual da a entender que se esfuerza por controlar su vida y por cumplir con lo que ha planeado aunque le surjan contratiempos y demuestra que es una persona de palabra. Hoy en día la gente rompe sus promesas y no es fiel a sus compromisos, por eso valoramos mucho a quienes cumplen lo que dicen. Una persona cumplidora se gana el respeto de su familia y amigos y las empresas valoran a los trabajadores que son puntuales, porque llegar tarde pone en evidencia esa incapacidad para organizar su tiempo y su vida. Los impuntuales a veces creen que si se hacen esperar son muy importantes o se notan más.
Siempre he dicho que cuando se hicieron las disculpas nadie queda mal y, en ese aspecto, muchos se han convertido en verdaderos maestros, aunque se ganen la mala imagen de mentirosos. La mayoría de las personas incumplidas y los reyes de la mentira son los hombres, porque lo digo con todo respeto… hombre que no la hace a la entrada, la hace a la salida.