A una semana calendario de la primera vuelta por la Presidencia de la República, seguimos los colombianos de a pie viendo el espectáculo circense y casi caníbal de unos borregos hacia el matadero y unos espectadores que aplauden sin saber el porqué de tanta euforia.
Lo cierto es que se viven momentos de tensión en todos los lugares por donde uno pasa, gracias al miedo que genera el resultado de las próximas elecciones.
Muchos alistan maletas y pasaporte, otros en cambio sueñan con la empresa y el emprendimiento del vecino “oligarca”, y mis primos los vagos y buenos para nada se regodean de su sueño de “vivir sabroso”, como dice la canción: “ yo me levanto por la mañana me doy un baño y me perfumo, me como un buen desayuno, un marihuano y no hago mas na!!”, Todo esto, gracias a que el mesías del pacto, el garante de la vida, el señor de las bolsas, el que se defecaba encima de sus víctimas, el que promete un tren interdepartamental eléctrico, los tiene adoctrinados y al borde de la locura con sus promesas de vivir del subsidio, ya que el Gobierno como una vaca lechera, les dará todo gratis y sin el mayor esfuerzo y lo que ganaron con esfuerzo de décadas los empresarios y la gente trabajadora será repartido en igualdad porque “las cosas no son del dueño sino de aquel que las necesita”.
Así lo que se viene observando es que hoy muchas pequeñas empresas han bajado sus ventas gracias a lo que muchos llaman la cláusula Petro que no es más que la forma de significar que si este personaje de 31 de octubre gana las elecciones, el comprador y el que invierte se abstendrá de comprar con el fin de no perder su inversión.
Para qué carro sin repuestos, para qué casa si te la pueden invadir, para qué muebles si no hay plato para poner en la mesa, para qué comprar planes turísticos si Cartagena y San Andrés gozarán la misma suerte de la isla Margarita en Venezuela o la cuba de Fidel.
Así pues que la cláusula Petro se está poniendo de moda y lo que parecía un chiste se está volviendo algo cotidiano en el comercio informal de las grandes ciudades, solo es mirar las estadísticas sobre la compra y venta de inmuebles, el comercio de carros de alta gama, la compra de vestuario importado en los grandes centros comerciales y hasta las matrículas en los colegios privados y nos daremos cuenta que eso de la cláusula Petro es una realidad.
Preocupa por demás la situación de fraude electoral que se presentó en marzo con la complicidad aparente del registrador nacional y los jurados. Nadie dice nada, nadie soluciona, ¿será que esperamos mejor una guerra civil en caso del próximo fraude? La cláusula Petro se tomó a Colombia, Dios nos ampare!!