Estamos en un mundo digital, nos dominan las distracciones efímeras. El arte, la cultura y la literatura están luchando con todas sus fuerzas en contra de la simplicidad sin desmeritar la importancia del pensamiento progresista que nos rodea.
Hace unos días en una muestra de oralidad en Cali tuve la oportunidad de hacer una ponencia que exponía a la inteligencia artificial como una particular forma de dominación sobre el ser humano, cómo nosotros cada vez estamos más expuestos a una brújula moral descompuesta y a un río de ceros y unos del cual dependemos cada vez más; hoy en día muy pocas mentes se encaminan en el escabroso sendero de la reflexión, la creatividad y la diversidad; la universalidad que antes nutría la Imaginación, la crítica y expresaba culturas ahora se centra en los anglicismos que nos permiten decir de una forma más cool las cosas.
Y en medio de todo surgió después del evento una conversación y el comentario la gente ya no lee subió a la superficie de la plática como la efervescencia de una soda, y luego surgió otro comentario: Lo que pasa es que todo ya parece estar resuelto, y es que la complejidad del pensamiento junto a la complicidad de la curiosidad, se reducen cada vez más rápido en cenizas, pero ¿por qué? Bueno, ¿será que debemos replantear para qué y por qué se aprenden las cosas? Tal vez, tal como las nuevas invenciones, nuestra mente se está automatizando y en vez de seleccionar lo que aprendemos abrimos y cerramos carpetas con síntesis de la información.
Y pues, a fin de cuentas, la obsolescencia nos persigue y no tratamos de correr más rápido, no buscamos la tríada fundamental del arte, la cultura y la memoria colectiva.
Como juventud exigimos el respeto de la diversidad y aún así muchos no buscan comprender de dónde nació… a raíz de qué se está gritando, forjamos identidades de copias digitales y la reflexión se hunde entre publicaciones mediáticas y polémicas, donde la diversidad -absoluta, en cada una de sus expresiones está siendo tolerada y no celebrada.
Tal vez, ¿apagar la pantalla y abrir un libro? Apagar los audífonos y escuchar a los sabios. Porque si no, jamás seremos esos sabios que algún día serán escuchados.