Hoy, hace 35 años, el mundo perdió a un hombre excepcional. Aquel que fue más que un periodista: fue un faro de verdad, de coraje y de compromiso con la justicia.
Mi esposo, José Espejo, nos dejó el 10 de diciembre de 1989, pero su memoria sigue viva en cada palabra escrita, en cada historia contada y en el ejemplo de su vida.
José fue un hombre que entendió desde joven la responsabilidad que llevaba consigo la pluma. Como director del periódico El Tabloide, supo siempre poner el interés de la comunidad y la verdad por encima de todo.
Su pasión por el periodismo no era solo una profesión, era una misión, una forma de contribuir al cambio social y de darle voz a los que no la tenían.
Fue un defensor incansable de la libertad de expresión y un hombre que nunca temió enfrentarse a la adversidad para buscar la verdad, por difícil que fuera.
Recuerdo cómo cada día, al regresar a casa después de su jornada, compartía conmigo no solo las noticias del día, y demostraba su amor por sus tres hijos sino su profunda preocupación por la justicia y por aquellos a quienes no se les daba la oportunidad de ser escuchados.
A lo largo de los años, vi cómo su trabajo impactaba a muchas personas, cómo sus palabras eran leídas, debatidas y, en muchos casos, cómo sus denuncias contribuían a hacer de nuestro entorno un lugar más justo.
Pero más allá de su faceta como periodista, lo recuerdo como una persona íntegra, generosa y llena de vida. Un hombre que entendía el verdadero significado de la empatía, que sabía escuchar, que ofrecía su apoyo sin esperar nada a cambio.
Su amor por sus hijos, por su familia y por la gente que lo rodeaba era incondicional. Era, ante todo, un ser humano que creía en el poder de la bondad, en la importancia de la verdad y en la fuerza de las ideas.
Hoy, 35 años después de su partida, me reconozco como la mujer que tuvo el honor de compartir su vida, de ser testigo de su pasión y de su entrega. La memoria de José sigue siendo una fuente de inspiración para mí y para todos los que tuvimos la suerte de conocerlo.
Aunque ya no esté físicamente entre nosotros, su legado como periodista sigue vivo en cada página escrita, en cada investigación que nos invita a reflexionar, en cada historia que continúa inspirando a quienes luchan por un mundo más justo y libre.
Y como persona, su luz sigue iluminando mi camino, el de mis hijos, mis nietos y bisnieta, y de tantos otros que lo amaron y lo respetaron.
Hoy quiero rendirle homenaje no solo a su labor como periodista, sino también a su humanidad, a su amor, a su valentía.
Que su memoria nos impulse a seguir su ejemplo de honestidad, compromiso y lucha por un mundo mejor.
Que nunca olvidemos que el periodismo tiene el poder de transformar la realidad, y que la vida de un ser humano puede dejar una huella profunda en el corazón de todos los que lo conocieron.
A ti, José, te sigo recordando con amor, admiración y gratitud. Siempre estarás presente en mi vida, en mi corazón y en el recuerdo de todos aquellos que, como yo, tuvimos la suerte de caminar a tu lado.