En una columna anterior, manifesté que la inflación en nuestro país está alcanzando niveles insospechados. Desde luego, esto afecta enormemente la calidad de vida, dado que las clases más vulnerables e incluso, la clase media, se tendrá que privar de productos y alimentos, que en el pasado hicieron parte de su estilo de vida.
Se alude que el alto costo, se debe a las protestas, que en el pasado reciente se desplegaron en nuestro país. Conforme a esta versión, el transporte de alimentos y demás artículos necesarios para el desarrollo de una vida normal, se obstaculizó de manera sensible por el taponamiento de las vías de comunicación. No obstante, las referidas protestas terminaron y los altos precios se mantienen.
Emergen entonces preguntas como: ¿Si la situación se normalizó, esto es, si los productos ahora pueden fluir tranquilamente por la geografía nacional, por qué no se han reversado los precios respectivos?, ¿Cuál ha sido el papel de las autoridades competentes frente a esta situación?, ¿Qué nos depara el futuro, si el escenario descrito continúa?
Además de lo que se acaba de exponer, la actual guerra rusoucra-niana intensifica nuestro padecimiento, puesto que afecta de manera directa la economía mundial.
En efecto, debido a las sanciones impuestas a Rusia por parte de Estados Unidos y Europa, que, entre otras cosas, prohíben la importación de gas y petróleo de Rusia, el precio de la gasolina ya se ha “disparado” en los Estados Unidos y seguramente pasará lo mismo en otras regiones. Colombia no se excluye de este escenario, debido al trigo y a la urea (solo por mencionar estos dos ítems), que Rusia y Ucrania nos proveen.
Por ello, los analistas dicen que, por un lado, se encarecerá el pan y demás alimentos que implican el uso del trigo y, de otra parte, seguirá subiendo el precio de los fertilizantes, ya muy costosos, por cierto, aumento provocado por la escasez de urea.
Ante el panorama presentado, surge la necesidad de formular políticas que potencien el renglón agrícola y el aprovechamiento de la gallinaza, de las basuras, etc. para la generación de energía y producción de fertilizantes, procesos que hacen parte de políticas de desarrollo en otros países. Esto serviría para empezar a reducir nuestra dependencia de otros territorios.