Estamos a las puertas de uno de los meses más especiales del año, uno en el que hacemos un homenaje a aquellas personas llenas de luz, amor y ternura, nuestras madres.
Es usual notar que cada día se subestima el valor de las mujeres que luchan a diario por su familia, no sólo por parte de terceros, sino por sus propios hijos; nos han cargado nueve meses o menos en su vientre, han cuidado de nosotros como el tesoro más preciado que pueda existir, han sufrido dolor físico y emocional sin permitir que alguien sospeche de ello, las madres son la más hermosa obra de arte, fuertes y valerosas desempeñan mil tareas sin admitir queja alguna.
¿Podemos mirarlas a los ojos y pensar que merecen menos de lo que ellas nos han dado? Gracias por comprenderme, por amarme, por escucharme, por educarme, por darme de comer, por darme abrigo, por mantenerme sano, por los besos mágicos, por ser quien eres y ayudarme a ser como soy.
No todos cuentan con su madre, algunos la han perdido en su vejez o prematuramente y su perfume e infinito cariño vive perpetuo en su corazón, otros no han conocido a la mujer que los vio nacer y sin embargo han contado con esa persona que merece con creces ser llamada mamá; así también como tías y abuelas, que han sido como madres para los nietos y sobrinos que en su momento han necesitado de ese acogedor abrazo maternal.
Amar no nos cuesta nada, decir gracias no consta solo de palabras y estar para ellas es una de las muchas cosas que podemos hacer para demostrar que, así como nosotros hemos sido su adoración, ellas han sido nuestra gran bendición.
Que el día de la madre y el mes de mayo no sean las únicas fechas en las que notemos que mamá es el regalo más hermoso que se nos ha dado sin pedirlo.