Las tradicionales plazas de mercado tienden a su fin en la medida que surgen los supermercados, grandes y pequeños, al considerarse más atractivos por su autoservicio, comodidad, inclusive precios y la calidad de los alimentos.
Estos lugares que nacieron casi a la par de las fundaciones de cada municipio para el recibo y distribución de la producción agropecuaria campesina, lentamente se han transformado, tratado de modernizarse infructuosamente, si tenemos en cuenta que hace 20 años, en un censo general, aparecían 850 plazas, de las cuales 750 se consideraron ineficientes, por sus diseños, localización e infraestructura, siempre a cargo de cada municipio, cuyos alcaldes, pasan las duras y las maduras para sostenerlas.
Las estadísticas revelan el crecimiento permanente de los supermercados donde el autoservicio es un atractivo único y especial para los clientes y vemos que en diversas ocasiones se presentan propietarios de los puestos de galería que se atreven a salir de sus pequeños locales, para convertirse en mercados de autoservicio. Podemos afirmar con certeza, que en cada barrio de los municipios existe un mini-market que presta su atención y servicio a un buen número de habitantes.
Por mucho trabajo y esfuerzo realizado por los mandatarios locales para lograr la sobrevivencia de la galería central, todo ha sido en vano. Se hacen reubicaciones, se rebajan los impuestos, se preparan a los propietarios, pero no mejora la calidad del servicio ni la de los alimentos en donde los precios varían indistintamente de un puesto a otro. Actualmente continúan los problemas de desórden, desaseo, pésima manipulación,y la presentación poco o nada importa.
Unido a lo anterior, para el caso de la plaza de mercado tulueño, se suma el miedo y el temor, como consecuencia de la extorsión que no ha podido ser derrotada por las autoridades.
Su sostenimiento con dignidad, se ha convertido en un problema de nunca acabar, con algunas excepciones, en donde se ha logrado reorganizarlas y darles nuevos usos a costa de grandes sacrificios presupuestales, para lo cual se necesita un cambio de mentalidad de los propietarios y empleados, de tal manera que su preparación se enfoque con sentido de comunidad, de amor por el pueblo que habitan, de profundizar sobre su futuro.
No es concebible que continúen en este vaivén, en un sube y baja de nunca acabar y sobre todo se hace necesario un trabajo mancomunado con las autoridades competentes, para acabar con la maleficencia de los violentos y se pueda trabajar en paz. No es posible que a la competencia insuperable de los supermercados, que son imparables y sostenibles, se sume la extorsión y la amenaza.
Como tampoco podemos continuar “dormidos sobre los laureles” contemplando la vieja y nostálgica historia que marcó el destino de muchas generaciones, porque el progreso es inevitable, no cabe la menor duda. Se debe repensar nuevos modelos de galería y necesariamente el presupuesto de las alcaldías debería incrementarse con suficencia, para que quienes sobreviven todavía, puedan contar la historia a sus descendientes, cuando la lucha por salir adelante con todo y familia se consideraba una meta cumplida.
Es posible que se vuelva a sentir el olor a guayaba, a cilantro recién cortado, a naranjas, limones y mandarinas, en un puesto bien organizado y lucido. Como también podríamos estar asistiendo a la agonía de estas plazas legendarias.