Pareciera mentira, pero es una realidad que no se puede ocultar, así vaya disfrazada de una gran cantidad de frases elocuentes que dan luces de un arrepentimiento tardío u oportuno, pero lo que sucedió la tercera semana de noviembre con la llegada del crucero con turistas alemanes al puerto de Buenaventura, es triste y lamentable.
Sucede que, en lugar de alegrarnos, muchas personas, empezando por connotados ‘líderes de opinión’ de nuestro país, casi que se rasgan las vestiduras por ese hecho. No podían creer que centenares de turistas europeos arribaran a la peligrosa y olvidada perla sobre el Pacífico.
Lo de peligrosa es cierto. Es una realidad que no se puede esconder. Pero esa peligrosidad podría ir de la mano con el abandono al que ha sido sometida esa ciudad y todo el litoral pacífico colombiano durante décadas, por no decir desde la llegada misma de los españoles.
Claro, de la mano, en la actualidad también van la corrupción y todo lo que esta conlleva o trae consigo.
Pero esos hechos no pueden ser excusa para que nosotros como colombianos nos escandalicemos por la llegada de estos notables visitantes, escudándonos en los riesgos, reales, que tiene la región.
Si es así, en el Medio Oriente no se había podido hacer turismo en ningún momento de su historia reciente ni muchos menos en Estados Unidos, donde en los últimos años cualquiera y en cualquier lugar, puede ser víctima de un lunático armado de fusiles y rifles, que disparan a lo que se mueva.
Entonces, por qué somos así. Las excusas posteriores están bien, pero lo que primero sale de nuestra boca es lo que realmente sentimos y eso no se puede esconder ni ocultar. Es una especie de discriminación contra una región de la que orgullosamente hacemos parte porque el Valle del Cauca es Pacífico.
Como tulueños, este tipo de posturas debería llamar nuestra atención, porque lo mismo seguramente sucedería con esas personas, que ‘pondrían un grito en el cielo’, si hay planes turísticos para visitar al Corazón del Valle que, por estos días, no atraviesa su mejor temporada en cuanto al orden público se refiere.
¡No estigmaticemos, esa es otra forma de discriminar!