Netflix pone en su parrilla de novedades de fin de año una miniserie de ocho episodios que nuevamente recrea el abominable asesinato de 29 personas, ocurrido en Bogotá el 4 de diciembre de 1.986 en el restaurante Pozzetto.
Otra vez el escritor Mario Mendoza retoma la historia, antes había escrito la novela Satanás sobre el mismo tema, ahora es el productor ejecutivo y supervisor del guión escrito por Ana María Parra y, aunque no he terminado de verla completa, debo decir que es agarradora, te engancha desde la primera escena con la impecable actuación de Andrés Parra y el resto del elenco, todos colombianos como Ernesto Benjumea, Carolina Gómez, Consuelo Luzardo, José restrepo y otros.
La historia es contada desde la visión del psicótico perpetrador, el que mata sin piedad, sin asomo de remordimiento y debo confesar que nunca me había arrimado a este tema en la literatura o el cine por alguna suerte de escrúpulo personal, pues allí fue asesinado mi gran amigo Carlos Alfredo Cabal Cabal de un artero balazo en el occipital, por la espalda, su muerte debió ser inmediata y así Campo Elías Delgado -el psicópata- le arrebataba a Buga y al Valle del Cauca una inteligencia brillante, un dirigente político sin tacha que estaba destinado a brillar con luz propia en el escenario de la nueva política nacional.
Carlos Alfredo había salvado la laguna de Sonso cuando organizó la más grande marcha realizada en el Valle del Cauca, exigiéndole a la CVC su intervención para que esta reserva ambiental no terminara convertida en potreros o campos de cultivos; como concejal de Guacarí y Guadalajara de Buga se adelantó a la Constitución del 91 y creó la participación ciudadana como instrumento esencial en la elaboración del presupuesto municipal.
Me correspondió como concejal de Buga decir la oración fúnebre en nombre de la corporación, recuerdo que inicié con la siguiente frase “De los arrozales de Mÿ Lai nos llegó la muerte vestida de psicópata…”. Hoy Netflix vuelve a recordarnos este oscuro episodio de nuestra historia, siempre contado desde la perspectiva del victimario, nunca de la víctima.










