Una de las creencias más arraigadas entre nuestra gente es pensar que el cristianismo es algo muy fácil y que vivirlo es cuestión de relajarse frente a lo que tenemos que hacer.
Sin embargo, el evangelio de este Domingo nos demuestra que es todo lo contrario. Vivir a la manera de Jesús es bien complicado, y seguirlo es cosa de verdaderos valientes que lo dan todo por él y su evangelio.
Perdonar a quien nos ofende, amar a los enemigos, servir a quien nos hace el mal, en medio de una sociedad que predica la venganza y el odio, es algo que de vivirlo nos evitaría cientos de muertos y de agresiones violentas.
Pero hay algo más en el mensaje evangélico…”no juzgueis y no sereis juzgados”.
Esto sí que es difícil porque, como dice el adagio popular, en Tuluá somos el pueblo de los orejones, donde el chisme, el comentario mal intencionado y la crítica mordaz están en labios de muchos de nuestros conciudadanos que con ese chisme y con ese comentario mal intencionado han provocado muchas muertes, que muchos matrimonios y relaciones de pareja se acaben en un instante.
El chisme es algo que acaba con la dignidad del ser humano. El único que puede juzgar nuestras acciones es Dios y sin embargo, él no lo hace y por el contrario, siempre está dispuesto a perdonarnos. En ese sentido es mucho lo que tenemos que mejorar.
Es todo un reto que nos lleva a vivir de verdad la palabra de Dios y que nos lleva a mantener vivas nuestras relaciones personales, de familia y que nos invita, evitando el chisme, la calumnia y viviendo el mandamiento del amor, a construir una sociedad mejor y en paz. Recuerda amigo lector que la paz se construye en la medida en que aprendemos a amarnos de verdad a ejemplo de Jesús.