Parece ser que Colombia es el único país del mundo moderno que ha convocado a los delincuentes a un acuerdo de paz y que ese llamado incluyera a grupos guerrilleros, organizaciones criminales sumidas en el narcotráfico, autodefensas y otros colectivos que delinquen indistintamente en varios sitios del territorio, lo que tiene en ascuas no solo a la oposición política oficial, sino a una gran mayoría de colombianos que creen que el Presidente está soñando despierto.
Y no es para menos, pues la comunidad en general quedó desengañada, con la actitud de un buen número de insurgentes que no se alinearon al acuerdo de paz de La Habana y hoy se denominan Segunda Marquetalia, al mando de Iván Márquez, teniendo en cuenta que había sido uno de los principales negociadores. Y mucho más asombro constituye el llamado del Presidente Petro lanzado al resto de grupos delincuenciales que operan, en ciudades, como Medellín, Buenaventura, Quibdó, Barranquilla,Tumaco y Cali, que han visto con buenos ojos y aceptación la actual posición del gobierno nacional, cuando en varios decretos ha propuesto el cese bilateral del fuego, como una expresión de buena voluntad y ofrecimiento de confianza en el logro del objetivo buscado, que es la paz tan anhelada.
Según los datos históricos, el país entero sabe y conoce muy bien, las dificultades que han surgido al tratar de finiquitar un acuerdo de paz con el grupo insurgente ELN, cuyos diálogos han fracasado en varias oportunidades y por distintas razones y ahora se presenta el primer escollo cuando esta organización solamente “estudiará y examinará detenidamente” el llamado del gobierno al cese bilateral del fuego, que ha dejado en suspenso, desde un principio el proceso, cuyos primeros pasos se dieron en la vecina república de Venezuela y que se pretenden continuar en la república de México. No obstante lo anterior, el gobierno ratificó su firme determinación de no pararse de la mesa de negociaciones y al mismo tiempo advirtió que ve muy positivamente la atención que otros grupos han prestado a la convocatoria, y estimamos que es un feliz acontecimiento que organizaciones que tienen como base de operaciones el municipio de Tuluá en su area urbana y rural estén incluídos en este proceso, difícil por cierto, lleno de cuestionamientos, de interrogantes y de una oposición férrea desde algunos sectores del Congreso de la República.
Y así tiene que ser, pues a nadie que recordemos se le había ocurrido proponer una paz total, con grupos al margen de la ley que no se consideraban insurgentes en la lucha por el poder político y el cambio de sistema de gobierno.
Pero es obvio que todo el mundo quiere la paz, especialmente todas aquellos miles y miles de colombianos, hombres, mujeres y niños, víctimas de la violencia que ha azotado el país por tantos años, especialmente en el sector rural, que ahora se presenta con igual o peor intensidad en las ciudades, donde la inseguridad es el “pan de cada día” y la población clama por vivir en paz y trabajar en entera libertad, sin temor, miedo y desesperanza.
Los colombianos van a tener que esforzarse por adquirir mucha paciencia, para ver los resultados de estos intentos que parecen a primera vista ilusorios, pero siempre hay optimistas que esperan ver “la luz al final del túnel”.