Es bien sabido que, en Colombia, y en la mayoría de los países de la región latina, las micro, pequeñas y medianas empresas han contribuido en mayor porcentaje estadístico al tejido social y empresarial, con cifras que superan fácilmente el 90% en cada Estado. Lo que se traduce en disminución del desempleo y la inseguridad en las calles.
Después de 16 meses y 15 días del cierre total de las empresas por cuarentena en Colombia, salvo aquellas de primera necesidad, el saldo de pérdidas humanas va cerca de las 125.000 personas. Una desdicha total para quienes han perdido a un ser querido, y para la sociedad en sí, pues nunca podrán volver a aportarnos algo de valor como: una sonrisa, un saludo, un consejo sabio, u otra cosa.
Y es que el virus del Sarscov2 no solo se llevó a ese cuarto de millón de personas hasta hoy, irremplazables; indirectamente también se ha llevado consigo a más de 500.000 microempresas. Una tragedia no menor, tras el prolongado estado de emergencia sanitaria y los estrictos controles para evitar la expansión del mismo.
Ahora bien, una vez superada en buena parte la alerta roja, gracias al avance de la vacunación; se da la tan anhelada apertura económica y con ella la paulatina recuperación de la vida social.
Por ende, aquellos que puedan superar la crisis, vista desde todo ángulo, deben ponerse a la tarea de vislumbrar las oportunidades de emprendimiento en el mercado que han quedado. No como oportunismo, sino como un deber ciudadano ante la posibilidad de ayudar a los demás con un buen empleo. Hacerlo evitará los efectos de la escasez y la inflación sostenida por largos años.