En primer lugar, la fiesta del buen pastor nos lleva a asumir una actitud clara frente al pastoreo de Jesús.
Él es “el buen pastor que ha dado la vida por sus ovejas” (Juan 10, 11) y eso quiere decir que “nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño” (Salmo 99) por eso cada uno de nosotros sintiéndose parte de este redil, asumimos las normas que ese Pastor nos ha dado, nos acercamos a él que nos alimenta con el mejor de los manjares: su cuerpo y su sangre alimento de vida eterna, nos llama para que seamos generosos con aquellos que más lo necesitan (Mt 25,31.46). Es en una palabra obedecer a sus mandatos y cumplirlos cabalmente.
En segundo lugar, ese pastoreo Jesús lo entrega en la última cena, a los apóstoles instituyendo así el ministerio sacerdotal y se sigue entregando al Papa, a los obispos y a los sacerdotes para que en nombre de Jesús unan a su pueblo, lo lleven por el camino de la salvación y en la predicación de la palabra de Dios y en la celebración de eucaristía entreguen a su pueblo la doctrina del Evangelio.
Esto quiere decir que debemos estar unidos a nuestros párrocos, a nuestros sacerdotes, a nuestros pastores orando siempre por ellos y acompañándolos en su pastoreo espiritual. Son seres humanos y necesitan de nuestra compañía y oración para que su acción pastoral sea eficaz.
Por último, es una oportunidad para orar por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas para que tengamos ministros que asumiendo el pastoreo de Jesús puedan llevar su mensaje de salvación a toda la humanidad.
A todos nuestros pastores diocesanos y de la región, nuestro abrazo fraterno, nuestra plegaria a Dios por sus intensiones y nuestro agradecimiento por la labor que hacen todos los días en cada una de las comunidades que presiden.