La gran mayoría, sino todas, las ciudades intermedias vallecaucanas, fueron concebidas para caminar y cabalgar a caballo, cuando no existían carros ni mucho menos motos, eran calles empedradas, estrechas, sin acueducto ni alcantarillado, ni edificios, caminar era lo normal. Esos tiempos pasaron y al crecimiento poblacional, se unieron la aparición de la bicicleta, el automóvil y finalmente las motos.
Históricamente el centro constituyó el principal sitio de reuniones, asambleas populares, mítines políticos y lo que nunca podría faltar, la galería, en donde convergían las personas de toda clase y condición social, para hacer su mercado que fue semanal.
Lentamente, el desarrollo social y económico, fue ahogando el centro, las tiendas, los almacenes, las calles y el día menos pensado, se convirtió a los ojos del público en un lugar indeseable, por la inseguridad, las ventas ambulantes, el caos vehicular, graves problemas de aseo.
La emblemática Calle Sarmiento, tuvo su tiempo singular, cuando desde otros municipios vecinos, acudían cientos de personas a hacer sus compras en este sector que tuvo su fama bien ganada, y todavía se podía transitar a pie. Actualmente el centro es una locura, pese a las gestrones de diferentes administraciones para poner orden, los propietarios de los tradicionales almacenes han hecho esfuerzos extraordinarios, fueron múltiples las reuniones entre las partes interesadas para recuperar el lugar. Todo ha sido en vano.
Se va al centro por obligación, con temor e intenciones de huida rápida, para hacer gestiones de trámite, ya no es un placer ir a la galería y a las viejas tiendas circunvecinas. No existe un clamor unánime por recuperar el sentido histórico y cultural de los principales sitios y dar un sentido de belleza, descanso y prosperidad en su entorno, que podría ser de encuentros, entre amigos y vecinos, de volver a escuchar las orquestas en los parques cercanos conocidas como “retretas” en los kioscos de antaño.
Ahora se requiere una nueva visión, abierta la inteligencia para que la imaginación, pueda engendrar momentos novedosos en donde lo cultural, el turismo y la prosperidad se encuentren. Ojalá surjan nuevas voces, nuevos líderes, que impulsen ese querer del sentimiento tulueño, para volver a creer en lo nuestro, la tradición junto a la modernidad, cultura e historia de la mano.
A veces, creemos que el sector oficial, se dejó coger ventaja, presionados por el afán comercial, es así como podemos observar en la vecina ciudad de Guadalajara de Buga, el caos existente en pleno centro, en donde las ventas informales ocupan el espacio público sin ton ni son, es difícil para el peatón movilizarse adecuadamente por la carrera 13 entre calles 7ª y 9ª y otros sitios aledaños. Con una noble historia por su patrimonio cultural, está obligada a recuperar la movilidad y el orden en el centro.
Igualmente como en Tuluá, la lucha ha sido muy pobre, con esfuerzos esporádicos de algunas administraciones, pero todo en vano, el centro necesita la mano oficial junto con el sector privado, para que volvamos a tener un sitio de encuentro agradable, sin prisas y amigable. Ojalá que los respectivos alcaldes con la mano en el corazón, miren de nuevo cada una de sus ciudades en sus centros respectivos para adelantar proyectos que valgan la pena y no se queden solamente y con mezquindad, dando golpes de brocha gorda.