Es posible que el aumento del salario mínimo anunciado por el propio presidente de la república en un 9.5%, muy cercano a las expectativas de los sindicatos de trabajadores, produzca una entusiasta euforia, que tememos será pasajera, según se desprende de las reacciones de los gremios organizados y especialistas en la economía colombiana.
Existen riesgos a primera vista palpables, como es la posibilidad del incremento del desempleo, pues son muchos los empleadores que deben despedir obreros, de un lado, y de otro, quedarse quietos, por temor a contratar, dados los altos costos laborales.
Asimismo, de todos es conocido que en nuestro país, el salario mínimo está atado al valor de los servicios públicos, que ahora se dispararán, creando un aumento inflacionario y obviamente la pérdida del poder adquisitivo rondará de nuevo el bolsillo del pueblo, que unido a un incremento de los productos de la canasta familiar, desbordarán la capacidad de pago de bienes y servicios.
Y se presenta igualmente la posibilidad de que el encarecimiento de la mano de obra, conduzca a la quiebra a varias empresas o aleje la inversión.
Por su parte el propio gobierno, dada la estrechez de las finanzas públicas, se verá obligado a buscar recursos de otros segmentos del presupuesto, para cumplir con los costos de las pensiones y de sus propios empleados y trabajadores oficiales.
En principio, se cree que un salario mínimo alto es conveniente para acortar la brecha entre los niveles de extrema pobreza y los más favorecidos por la fortuna, pero la experiencia no ha sido así, porque nunca un aumento ha alcanzado en nuestro medio ni siquiera para una buena canasta familiar y todos los gobiernos se miden a fondo para tratar de detener la cascada alcista que se viene de todas maneras.
La economía colombiana en el contexto latinoamericano crece lentamente y en menor cuantía, lo que la hace compleja, en su manejo, tanto de parte del gobierno, como del sector privado, de ahí la necesidad de las conversaciones tripartitas anticipadas sean de la máxima importancia, si es que se quiere crecer armónicamente.
Todos sabemos que es un objetivo difícil, supeditado por las posturas de cada una de las partes, y así se ha demostrado a través de la historia, lo que trae como resultado la necesidad del ya conocido decreto presidencial, que intenta, de todas maneras, acertar, de acuerdo a su propia visión de país.
Ahora, serán los empresarios los que intentarán acomodarse a esta nueva situación, muy compleja, difícil y angustiante, dadas las actuales condiciones de la producción y la comercialización de bienes y servicios, en medio de una economía global asfixiante que amenaza a desestabilizar la región.
Finalmente, veremos la economía informal creciendo a un ritmo nunca antes visto, ya que si no hay nueva generación de empleo, aumento de desempleados, creciente incremento del costo de vida, a la gente no le queda otro remedio que “rebuscarse” los recursos para su diario vivir.
Ya los anuncios oficiales, temen por la escasez de dinero para cumplir con los acuerdos de paz, la no aprobación de la llamada ley de financiamiento, la crisis en la salud, la lucha contra el cambio climático, entre otros, y para completar un aumento del salario mínimo demasiado alto, que trae consigo demasiados riesgos, agregado la reciente reforma laboral, que supuestamente dejará por fuera al ya castigado y olvidado sector informal de la economía.