Nunca antes los colombianos de a pié se habían visto tan confundidos como en este tiempo de guerra verbal y de trinos entre el propio Presidente de la república y la oposición, que tampoco se calla, cuando de enfrentar la posición del mandatario se trata, lo cual genera una serie de comentarios de carácter generalizado y se extiende como una sombra larga por todos los rincones del territorio nacional, creando confusión, miedo e incertidumbre acerca del camino a seguir en estos turbulentos años cuando la inseguridad proveniente de la delincuencia, se aprovecha para hacer de las suyas, cuando la impunidad es el marco general de la justicia.
Vemos un Presidente desafiante en todo momento, especialmente cuando toma conciencia de que sus propuestas de cambio no se aprueban, especialmente en el Congreso de la república, con la presteza que quisiera y el último as que le queda en la manga, lo saca a relucir y es la convocatoria al pueblo que lo respalda, tal como acaba de ocurrir la semana que pasó y estamos seguros que no demora el sector de la oposición a convocar otra manifestación con el fin de demostrar al propio mandatario que también hay gente que lo rechaza.
Ante este cuadro de protagonismo mutuo y polarización latente, no queda más remedio que llamar la atención, en primer lugar del propio mandatario, que no insista en las marchas, sino que se dedique a gobernar y administrar el país que espera propuestas hechas realidad y si es mucho pedir, que realmente haga las paces mediante lo que denomina acuerdo nacional con todos los sectores de la oposición.
Pero para llegar a una sola vía de soluciones es necesario “bajar la cabeza”, empezando por él mismo, pues si se trata de establecer quién o quiénes tienen más poder de decisión en la conducción del país, pare de contar, no hay nada que hacer. Aquí, debemos jugar a la pirinola y que todos caigan en el “todos ponen”, de lo contrario van a pasar otros cuatro años más en las mismas situaciones de tiempo atrás, sin que esas promesas electoreras de campaña se cumplan y seguiremos dando vueltas y vueltas, hasta que eso sí, todos, nos vamos directo al despeñadero.
Es aceptado que esas reformas del programa de gobierno son necesarias, pero no se puede acabar de un tajo, lo que se ha podido construir durante muchos años y servido realmente para tener mejores condiciones de vida, especialmente en los sectores más vulnerables, lo que tenemos en materia de atención en salud y seguridad social es un claro ejemplo, lo que no es justificación para no mejorar, y es lo más apropiado en la actualidad.
Qué difícil es llegar a un acuerdo, lo estamos palpando en este instante en el Congreso de la república, de tal manera que es lógico, obvio y urgente, eliminar el lenguaje virulento, como primera condición, para que el pueblo se sienta gobernado, piense que tenemos un sistema democrático legítimo y cese la incertidumbre.
No se puede permitir que los enfrentamientos verbales polaricen más de la ya existente, a la población que en últimas, es la que sufre todas sus consecuencias.