Esta semana sucedió algo inaudito que no se veía desde algún tiempo, como es una confrontación entre el Presidente de la República y los representantes estudiantiles de todo el país organizados como Consejeros de Juventudes, plataformas de Juventud y beneficiarios de Jóvenes en Paz.
Y decimos algo insólito, ya que el diálogo pretendido en la reunión, se convirtió en un reclamo constante de los participantes hacia el primer mandatario exigiendo soluciones prácticas y concretas a sus necesidades, antes que más discursos de motivación. Fue así como se escucharon voces airadas afirmando que “se ha convertido en un mandatario populista que no ofrece nada concreto a la ya larga lista de peticiones realizadas desde los territorios”.
La tensión suscitada se evidenció cuando el propio Presidente, después de unas pocas palabras, quiso abandonar el recinto, que fue impedido por los gritos de varios de los asistentes juveniles, mientras que la vicepresidenta se vio obligada a exigir respeto hacia el mandatario de los colombianos.
Estamos ante un hecho que llama a la reflexión, pues si los propios estudiantes no han encontrado respuesta ante el gobierno, mucho menos la gran mayoría del pueblo vulnerable, de quien tanto se ufana en los ampulosos discursos cuando está en su presencia a lo largo y ancho del país.
Estamos convencidos que la juventud no traga entero en el mundo moderno y cada día toma conciencia de sus derechos, entre ellos, la participación efectiva en las decisiones políticas, y pues hasta el momento, no pasan de ser promesas de los aspirantes a los principales cargos en el sector oficial, pero a la hora de la verdad, se quedan en un pingüe presupuesto que solo alcanza para comprar instrumentos musicales y entregarlos a las Casas de Cultura.
Sabemos de las dificultades para atender a sus demandas, por tratarse de un sector poblacional que está en proceso de aprendizaje, sin embargo actualmente no se pueden dejar de lado, ya que tienen acceso a la tecnología con todos los avances que hacen posible un mejor conocimiento de la realidad que viven.
Igualmente llama la atención, que uno de los estudiantes le manifestara al Presidente, que por “favor haga que sus funcionarios trabajen”, lo cual ratifica las palabras del propio mandatario cuando en una ocasión dijo que “a veces me siento empujando un elefante” haciendo alusión a lo paquidérmico del sector oficial.
Es bien conocido los graves problemas que azotan el país, como es el de la inseguridad rampante, la violencia de los grupos delincuenciales, mientras que las reformas anunciadas no son aprobadas en el Congreso, por ausencia de un auténtico acuerdo nacional.
Es curioso la importancia otorgada a la juventud colombiana, especialmente en las campañas electorales, pero a la hora de la verdad, no deja de ser un pasatiempo, para tenerlos a su lado, mientras asumen el poder político en los cargos oficiales, donde se olvidan de las promesas.
Impulsar una educación oficial de primera calidad es prioritario en el país que busque cerrar la brecha entre las clases sociales, porque es bien conocido la superior calidad de la enseñanza privada. Y resolver a toda prisa los conflictos estudiantiles, antes que sea demasiado tarde, como ocurre hoy con la problemática de la Universidad Nacional, que pareciera salirse de sus manos, como objetivo principal del gobierno.