Cual jinetes apocalípticos, que cabalgan sobre la mayoría de los países del mundo occidental, avanzan apresuradamente la crisis logística de los contenedores, la inflación y la última cepa del Covid 19 llamada ámicron, que desencadenan un alza inevitable y creciente en todos los productos de la canasta familiar invalidando el entusiasmo de un salario mínimo decretado por el gobierno que se reducirá a su más mínima expresión ante la carestía y el acaparamiento.
La pandemia iniciada hace dos años, puso en evidencia el estado de pobreza de una inmensa mayoría de colombianos, que no la produjo, sino que la catapultó, obligando al gobierno a tomar medidas urgentes y agresivas con el fin de hacer más liviano el peso ineludible de la población más pobre pero que, a pesar del esfuerzo por apagar incendios, no ha podido reactivar en la magnitud necesaria la economía, que creciendo en un porcentaje nunca antes visto, no resolverá de ninguna manera los grandes e históricos problemas del país.
Ya están elevadísimos todos los precios de los alimentos, principalmente los elementales de la canasta familiar y, según se prevé, continuarán en alza, mientras que la lucha contra el virus está aún lejos de ser ganada y aleja más la posibilidad de llegar a la normalidad en las economías de los países por la inflación impulsada por la desorganización de las cadenas de alimentos y la escasez de productos esenciales para el comercio internacional como consecuencia de la explosión de la demanda después de la crisis.
La inflación también se explica por el aumento del precio de las materias primas (madera, cobre ,acero) y de la energía ( gasolina, gas, electricidad) que no es temporal sino definitiva y por supuesto que repercutirá en las alzas en las tasas de interés el año próximo.
A lo anterior se suma la necesidad de buscar un equilibrio entre el crecimiento económico y la cuestión climática que cada día es más difícil de alcanzar como quedó demostrado en la última cumbre sobre el tema, en donde se obliga a los Estados a reducir los gases de efecto invernadero, pero no se profundizó sobre el tema del calentamiento global enfatizado años atrás en el acuerdo de París. También las catástrofes naturales relacionadas con el cambio climático, pueden afectar los precios de los alimentos.
Todo parece indicar, que el año 2022 no será un campo de rosas, sino que las espinas crecerán más altas y fuertes y para enfrentarlas, será necesario buscar con ingenio, responsabilidad y fortaleza, nuevos cambios urgentes y para nuestro caso en particular, el más agudo y espinoso, será finiquitar de una vez por todas, la corrupción que permea a la mayoría de las instituciones del país y maltrata inmisericordemente el alma nacional.