Un expresidente, hace muchos años, dijo que era una obligación del Gobierno recuperar la seguridad en el país para que se pudiera volver a “pescar de noche” cuando la violencia azotaba el territorio de manera feroz, agresiva y la sangre de los inocentes sembraba las colinas y montañas y las grandes capitales.
Hoy, lastimosamente, la historia se repite y con mayor gravedad, de acuerdo a lo que observamos en el diario vivir, cuando en estos precisos momentos, resuenan ecos de las balas en once municipios del departamento del Cauca, muy cercano al Valle, mientras que las fuerzas del orden brillan por su ausencia o se muestran incapaces para hacer frente y derrotar a la delincuencia bárbara de varios grupos delincuenciales que ya no les interesa las ideas por la justicia social, sino defender sus propios territorios y rutas del narcotráfico, para continuar enriqueciendo sus bolsillos.
Ahora bien, la inseguridad total, considerada como el principal problema del país, se aproxima paso a paso al sector urbano en donde los bandidos dedicados al hurto escogen libremente un barrio para hacer de las suyas, y en una residencia se dedican a revolcarla para buscar joyas y todo elemento de valor que se pueda encontrar, sin miedo a las alarmas instaladas, ni mucho menos a la presencia de las autoridades.
En Tuluá, los ladrones tienen azotados especialmente a Villa Campestre, Salesiano y Alvernia en donde no pasa una semana, sin que se presente un atraco residencial, y por supuesto, dejando en la zozobra e intranquilidad a cientos de familias que ya no saben a quién acudir, porque el síndrome de la inseguridad se ha apoderado del sentimiento general de la comunidad.
Y lo podemos constatar en la vecina ciudad de Buga, en donde los delincuentes, igualmente, se fijan en sectores presumiblemente de estratos altos, para ejercer sus actividades de raponeo, asalto y desocupación de las residencias, a pesar de que se cuenta con vigilancia privada, los antiguos y amables “guachimanes” que ni siquiera un machete cargan para la defensa de su respectiva cuadra. Así que todos los días, los comentarios de los vecinos se reduce a preguntar “ en dónde fue el atraco de hoy” y la zozobra crece como una bola de nieve en su caída veloz desde los montes, para convertirse finalmente en una inquietud generalizada, la inseguridad penetró a los hogares.
Y otra consideración muy importante, es que se descubre que los delincuentes provienen de municipios vecinos, en consecuencia se hace mucho más difícil su identificación y posterior detención por parte de las autoridades correspondientes. Las comunidades tanto de Tuluá como de Buga hacen un urgente llamado a las autoridades para que redoblen sus esfuerzos y garanticen la seguridad, porque no de otra manera, se puede vivir en convivencia pacífica, al mismo tiempo que se retorne a convocar a los representantes y líderes de los barrios afectados para que en común se puedan encontrar soluciones a un problema grave que crece, como ya dijimos, vertiginosamente.
No es posible trabajar y dormir en paz, mientras los habitantes de los barrios se encuentran nerviosos, atemorizados y pendientes de cuándo les llegará el momento del asalto delincuencial.