No cabe la menor duda que toda la población colombiana estima que el primer problema por resolver es el de la inseguridad y como fenómeno prioritario el de la informalidad que tiene sumido en la anarquía laboral a miles y miles de personas sin protecación social, lejos de una buena calidad de vida y sometidos al ya delictivo sistema del gota a gota, según lo acaba de denunciar el propio Director General de la Policía, luego de una cumbre latinoamericana.
Nos vamos a referir estrictamente a la informalidad luego de conocer un sondeo realizado por el diario El País de Cali, en donde se constata que casi medio millón de personas se dedican a esta clase de trabajo la ciudad, porque el problema se presenta en Tuluá, Buga y otras ciudades intermedias, sin que se asome un mínimo de esperanza en la mejor manera de solucionarlo.
Es un desafío que tienen tanto el sector público como el privado, para que se dediquen a atraer la inversión y crear confianza general, fortalecer y acrecentar la inversión estatal, que es generadora de empleo formal, como también el Estado debe garantizar a los futuros emprendedores, la seguridad en sus proyectos, demostrar con hechos que sí es muy positivo crear empresa, tener negocios inscritos en las instituciones creadas para su apoyo, en relación con la capacitación, acceso al sistema financiero, confianza en los resultados de la formalización.
Todos conocemos la gran cantidad de vendedores en los semáforos, la enorme masa de personas dedicadas al “rebusque”, cientos de personas ofreciendo boletas de rifas, en las noches vendedoras de tinto, empanadas, arepas, entre otros alimentos, cada trancón en las afueras de la ciudad, es aprovechada por miles de vendedores para ofrecer sus productos, vemos igualmente los andenes de muchos barrios atiborrados de asaderos de arepas, no existe control ni mucho menos organización que les permita mejorar su emprendimiento.
Existe desconfianza ante las instituciones que brindan apoyo, como las Cámaras de Comercio, porque solo se piensa que se debe pagar impuestos, que no tienen para un arrendamiento, como también incide el bajo nivel educativo.
En todo caso es urgente la generación de empleo, recuperar la confianza en la inversión, dejar de lado la incertidumbre creada a veces, por falsas noticias, no alimentar el miedo al futuro, y especialmente corresponde al gobierno establecer mecanismos de seguridad, esta sí total, para que se pueda trabajar en paz y tranquilidad, de lo contrario continuaremos “arando en el mar” mientras los delincuentes se aprovechan de las debilidades de la autoridad legal, para su fortalecimiento y aumentar su actividad delincuencial, creando zozobra y desmoronamiento de la moral ciudadana, lo que impulsa el íntimo deseo de salir del país para buscar otros horizontes mejores de progreso y bienestar.
Insistimos en que las ciudades intermedias no escapan al crecimiento de la informalidad tal como lo vemos en Buga y Tuluá, lo que implica tomar decisiones rápidas y concretas, sin más discursos, estamos inmersos entre vendedores estacionarios en el centro de la ciudad, que estorban totalmente la movilización peatonal, poniendo en peligro sus vidas, cuando se ven obligados a “bajarse” de los andenes ocupados.
Es impresionante e indignante, la impavidez de los funcionarios públicos, que no hacen nada, absolutamente nada por resolver la problemática que se agudiza cada día que pasa.