Universidades de Asia y Europa con frecuencia diseñan estrategias para repotenciar sus economías. Para ello, y con el fin de centrar su atención en carreras técnicas, han optado por eliminar o reducir profesiones del área humanística.
Además de razones financieras, aducen que esta política prioriza campos del saber, que atienden mejor las necesidades prácticas de la sociedad, porque consideran que la cualificación humanística, en un futuro cercano se convertirá en una seria barrera para efectos de empleabilidad.
Sin embargo, ha de considerarse que todos los individuos no se preparan para producir dinero en el corto plazo. Si bien para Andrés Openheimer el escaso desarrollo en Latinoamérica se debe al exceso de formación en humanidades, Martha Nussbaum sostiene en su libro “Sin fines de lucro.
Por qué la democracia necesita de las humanidades” que la democracia necesita de aquellas. Para ella, éstas constituyen un componente indispensable para la supervivencia actual de la democracia los defectos de la democracia demandan más democracia, nunca menos.
Conforme a Nussbaum, la política de las mencionadas universidades instrumentaliza la educación, reduce el pensamiento crítico y la capacidad de asombro de los individuos, incluso, obstruye la posibilidad de realizar abordajes críticos y elementales a la compleja sociedad contemporánea. Diría García Márquez que el mundo sería mejor si no solo nos preocupáramos porque los individuos aprendan desde la cuna hasta la tumba, sino porque además, estos tengan la posibilidad de hacer lo que les gusta.
Se asume que, si cada quien decide estudiar la profesión que le satisface, no tendremos profesionales más ricos, pero sí más felices y comprometidos con la sociedad. Sin bien las universidades son centros de gestión del conocimiento, este proceso no hace referencia exclusiva a números. La finalidad última de la universidad no solo reside en potenciar cifras, sino también en la formación para la vida, en observancia de unos valores que fomenten la convivencia con el otro, la producción de conocimiento y la investigación.
Los beneficios sociales de la formación humanística no se pueden cuantificar con exactitud en el corto plazo. Tal vez sería oportuno que no solo nos preguntemos qué sociedad produce más, sino qué sociedad vive en mejor armonía con el otro y con el entorno.