Somos una sociedad que se esconde para hablar de sexo, se ridiculiza si habla de amor, habla abiertamente de guerra y con pseudo-superioridad moral para criticar la diferencia.
Un amigo me compartió un comentario de un hombre opinando en una red social acerca de la legalización del aborto en Argentina, el cual expresaba, entre otras cosas que “Debe haber un registro donde el hombre pueda elegir no mantener económicamente al hijo que no desea”.
No voy a lapidar su opinión ni lo contrario, pero la neurona me hizo corto circuito y gracias a eso reflexioné y reafirmé muchas de mis convicciones. Si los hombres fuesen los que gestaran vida en su interior la historia sería otra, tampoco existirían las miles de mujeres que demandan por alimentos a los padres de sus hijos y quizás el Icbf, las comisarías y juzgados de familia serían distintos.
Existen métodos para planificar, cuidarse y evitar embarazos, pero esos métodos pueden fallar y hay niños que nacen por ello, de violaciones, de hombres que obligan a sus parejas a tener relaciones, de niñas que son vendidas para intercambiar sexo por comida, etc., también hay niñas y niños que nacen con malformaciones incompatibles con la vida. Son muchas las mujeres que arriesgan sus vidas buscando la interrupción de esos embarazos de manera clandestina y esas son precisamente las luchas que se gestan, que el ser madre sea una decisión y no una imposición impuesta por el Estado y la “moralidad” de sus habitantes que, como ya dije antes, le dan la espalda al hijo que nace enfermo o gay.
No todas tenemos acceso a la educación, ni a dichos métodos de planificación, ni vivimos en hogares funcionales ni sanos, ni estamos en igualdad de condiciones, ni tenemos acceso a los mismos bienes y servicios, así que sería bueno dejarnos de juzgar y tratarnos más humanamente.