Reconocemos el patrimonio cultural, natural, material, inmaterial, arqueológico, bibliográfico y arquitectónico y otros más.
Es un deber defender todos nuestros patrimonios, especialmente el arquitectónico, pero son muchos los que han desaparecido en la ciudad, para quedar convertidos en parqueaderos y de eso somos testigos todos los tulueños.
Estos edificios singulares expresan las fuerzas que cohesionan la sociedad y muchas veces, especialmente en los ejemplos históricos muestran las estructuras de la sociedad.
Por este motivo su significado es inmediato y son fácilmente reconciliables, a vez conciliables por la comunidad, al momento que se convierten en hitos o referencias del asentamiento urbano que las contiene.
La construcción de este tipo de señales, al contrario de las intervenciones en el espacio público, debe hacerse en las formas, no como gestos, sino como resultados de la intención de hacerlas legibles a la comunidad que busca en estos edificios la imagen jerarquizada de sus estructuras.
Estas son referencias comunes a toda la ciudadanía.
En esta cualidad reside su significación comunitaria: son señales culturales que conforman el ambiente urbano y en torno a ellas se desarrolla la vida de la ciudad, porque sus formas generan modos, usos y a través de éstos, fueron asumidos culturalmente.
La preservación del ambiente apunta tanto a la conservación de las formas como de sus usos de alta participación que rescaten y refuercen sus significados.
Estas observaciones permiten mostrar la diferencia entre la preservación del hecho puntual a escala arquitectónica (como determinante formal) y la preservación del ambiente urbano con sus significados de uso, que es inherente a la cultura de la ciudad.
Dicho en otros términos, es la diferencia entre la idea del patrimonio como sumatoria de hechos formales aislados y la idea del patrimonio, como un todo cultural, que incluye a los hechos arquitectónicos puntuales.