Aunque ya Gustavo Petro Orrego ocupó la alcaldía de Bogotá probando en carne propia lo que es ejercer el poder ejecutivo con todas sus aristas, es innegable que el reto que asume este 7 de agosto de 2022 es mayúsculo y por eso resulta entendible que, en una de sus intervenciones ante un grupo de estudiantes del Externado, haya reconocido tener algo de temor, pues recibe el mandato confiado por algo más de 11 millones de colombianos que vieron en el progresismo una opción de país diferente y además de no perder esa confianza, debe trabajar para convencer a los ciudadanos que en buen número se inclinaron por las ideas del ingeniero Rodolfo Hernández, votaron en blanco o se quedaron engrosando las filas del abstencionismo.
Le llegó el momento a la izquierda revestida ahora con la bandera progresista de mostrar las credenciales, exponer su liderazgo y sacar a flote las propuestas que, a lo largo de los últimos 20 años, han venido lanzando para hacerse al poder ejecutivo, propuestas que van desde las reformas profundas al sistema de salud, a la agricultura, a la economía nacional; además de la lucha frontal contra la corrupción.
Hoy el país que le apostó al Cambio está expectante. Los más sensatos con la plena conciencia que será un proceso lento y que el presidente Gustavo Petro deberá dejar de lado muchas de las ofertas que hizo en campaña para concentrarse en las líneas gruesas de su propuesta y en la otra orilla están quienes creen que a partir del 7 de agosto ya vivirán “sabroso”, frase que acuñó la vicepresidenta Francia Márquez. Ese grupo es sin duda el más voluble y ya han empezado a revirar cuando el Pacto Histórico ha tenido que tragarse varios sapos que más parecen unas ranas toro.
El nuevo jefe de estado asume en uno de los momentos más complejos de la economía mundial, con los Estados Unidos en medio de una inestabilidad política y financiera que tiene a sus aliados con los “pelos de punta”, un dólar que alcanza topes históricos, una carestía trepidante en todo el territorio patrio y un conflicto interno que tras el proceso de paz de La Habana se volvió más urbano y hoy bandas criminales de alto vuelo, como el clan del golfo o minúsculas como La oficina en Tuluá, Los Flacos en Cartago por solo mencionar dos, tienen asolado a los ciudadanos de bien asesinando a policías o extorsionando hasta el más humilde comerciante.
Pero quizá el mayor reto del hombre que a partir de mañana estará en la silla de los presidentes en la Casa de Nariño, es demostrar que la colombiana es una izquierda diferente, lejana de las excéntricas formas del chavismo en Venezuela, de las ambigüedades de Ortega en Nicaragua o la incapacidad manifiesta de Castillo en Perú.
Que Colombia sea una Potencia Mundial de la Vida dependerá exclusivamente de su liderazgo, de su manera de gobernar, respetando las opiniones contrarias honrando la Constitución que como amnistiado del M-19 ayudó a construir y alejándose de la vanidad que trae consigo el poder, esa que confunde y nubla a los gobernantes llevándolos a creerse la vedet o en reyezuelos sin trono. Salud señor Presidente y para Colombia lo mejor.