De alguna manera, todos hemos pasado por el misterio de la muerte de un ser querido o de alguien allegado a nosotros. Frente a este acontecimiento, que ciertamente produce un gran dolor, viene la pregunta de si nuestro ser querido debe ser sepultado o cremado. Para muchos es necesario cumplir “la ultima voluntad” del difunto que decía que quería ser cremado o sepultado y según los familiares esa voluntad debe cumplirse cabalmente.
Sin embargo, a través de los años se ha vuelto mucho más popular el que se acuda a la cremación la cual tiene, para mí, múltiples ventajas. En primer lugar, es aceptada por la iglesia católica, la cual incluso tiene en propiedad diversos hornos crematorios a lo largo y ancho del país, además la instrucción sobre la sepultura y la conservación de las cenizas emanada del vaticano afirma que la cremación no está contraria al criterio de la iglesia universal.
Así mismo el proceso de la sepultura no solo es trágico para una familia, sino que se vuelve más lamentable en el momento en que los restos del difunto se deben inhumar porque el tiempo de sepultura se ha cumplido, en el fondo después hay que cremar los restos óseos para poderlos llevar a un cenizario.
Además, es mucho más higiénico y agradable con el medio ambiente, porque al cremarse, el cuerpo de mi ser querido, éste se lleva de una vez para el sitio sagrado para eso. Eso sí, y lo dice la instrucción de la santa sede, estas cenizas deben llevarse a un lugar adecuado para eso y no se deben tirar al mar o al aire, o sembrar una mata que es lo que se acostumbra en muchos casos.
Por último, la ida cada ocho días al cementerio a visitar al ser querido que falleció, no siempre ayuda al proceso de duelo porque al ir se renueva el recuerdo del momento en que fue sepultado que en el fondo es lo más difícil frente al misterio de la muerte de un ser querido. Por eso y muchas razones más, es mejor la cremación.