Hace unas semanas inicié clases de conducción y tanto las clases teóricas como las prácticas me han enseñado que conducir no solamente es ir de un lugar a otro en un vehículo. Las escuelas de conducción están dispuestas a educar personas para que sean responsables y prudentes en las vías, sin embargo, aún se ve la precipitada decisión de adquirir una licencia sin siquiera pensar en preparase para eso, el afán por conducir opaca la necesidad de aprender lo que se debe o no hacer y las formas correctas de conducir nuestro vehículo.
Últimamente han ocurrido muchos accidentes de tránsito, con víctimas mortales o que aún luchan por sus vidas en un hospital. La intolerancia o el desconocimiento fácilmente llevan a una persona a cometer errores que podrían costarle la vida, basta solo un segundo para perder el control, un segundo que no podrá revertirse nunca; hay personas que han perdido todo por no saber qué significa una señal de tránsito, por pensar que pasarse el semáforo en rojo una vez no pasa nada, que mirar a ambos lados no es tan importante o que haber bebido un poco no representa un peligro real.
Por otro lado, un “pasatiempo” no debería implicar el riesgo de acabar con una vida o de perjudicar la integridad de alguien, actividades indebidas como los llamados piques que han provocado graves accidentes e incluso han causado la muerte no deben hacer parte de nuestros planes de diversión. Puede ser que pensemos que somos los únicos en la calle y que andar en una llanta sobre el andén o un parque no tiene nada de malo, pero no es así, hay buenas personas que se responsabilizan por sus actos y son precavidas en las calles. Cada vida importa, no hay que dejar de lado la cultura de respeto que debe prevalecer en cada decisión que tomemos en las vías, la empatía y el conocimiento a la hora de conducir una moto o cualquier otro vehículo, para cuidar mi vida y también la de aquellos que esperan regresar seguros a casa.