Una terrible composición de terror y tristeza, bajo un atisbo de esperanza, así están las cosas ¿no? Tratar de empezar el año con el pie derecho es todo un reto para Colombia… y sin ir muy lejos, es una bomba de tiempo para nuestro bello municipio.
Hemos perdido más de una vida durante la transición que nos lleva de la quema del pasado a la emersión del presente; así pues y con la nueva administración se espera que nuestra amada Tuluá se levante con garbo desde las cenizas, como un fénix, para que así, enamore nuevamente con fervor.
Por ahora… nos va tocar así como las gallinas, encerrados en la seguridad del hogar, mirando con cautela la oscuridad de la calle, en busca de un gavilán; porque el derecho a estar de pie bajo la luz artificial de la calle o permanecer junto a nuestra sombra, se nos ve amenazado por intolerancia… por violencia.
Un nuevo comienzo nos da la oportunidad de opinar, de abrir los ojos, la boca… pero aún así tememos ante la osadía del dolor, pues los cañones nos miran con picardía y coquetean con la soledad, con la malicia, con una ciudad que está lista para ser testigo de la renovación, una ciudad que confía en las capacidades y los ideales de personas preparadas que buscan las mejores estrategias para resguardarnos y liberarnos del encierro aviar que amenaza con abrumarnos a diario.
Nuestro corazón se recoge ante la pérdida de un Concejal, ante la pérdida de quien con un noble liderazgo ofreció una oportunidad, garantizó una proyección y sirvió con solidaridad, honestidad, amor… Ante la penumbra y la necesidad, ofreció una mano amiga a la comunidad y guío con brío, a través de un oscuro túnel directo a la luminiscencia del consuelo, del progreso y la solución.
Con el alma agrietada, aferrándonos a la esperanza, de ahora en adelante, tendremos fe en que aquel fénix será el inicio de un brillante futuro y no será la fugaz promesa de la adversidad.