Qué está ocurriendo. Será los efectos de la modernidad. Y cuando hablo de ‘modernidad’ no me refiero solo a los avances tecnológicos. Por las razones que sea, ya genera preocupación la pandemia de personas desaparecidas en la región y podría decirse que en muchas zonas del país.
Y preocupa mucho más, que un alto porcentaje de estos desaparecidos son menores de edad.
Por fortuna, la gran mayoría retorna a sus hogares. Sin embargo, algunos de esos casos se quedan sin resolver. No se vuelve a tener noticia de ellos, y en algunos casos, el final tiene un trágico e infortunado desenlace como el ocurrido en el corregimiento de Villagorgona la semana anterior, o el de la niña que en pleno 7 de diciembre fue atacada sexualmente por otro depredador en Cali y luego su cuerpo también fue desmembrado.
Lamentablemente esos no son los únicos casos cuyo cierre ha sido de esa manera. En el país hemos tenido asesinos de niños en serie como Garavito o el fallecido recientemente ‘Monstruo de los Cañaduzales’, quienes asolaron regiones enteras a finales del siglo pasado.
Sin embargo, ese tipo de situaciones se siguen repitiendo. Es como si se tratara de una enfermedad, de un virus inatajable. Porque cuando no son este tipo de pervertidos, aparecen otros de la misma calaña, como aquellas redes de trata de personas que, mediante engaños están seduciendo jóvenes adolescentes y también otras mujeres adultas, para sacarlas del país, a veces sin forzarlas y someterlas a todo tipo de vejámenes en el extranjero, convertirlas en esclavas sexuales.
Otros menores, como algunos casos en el norte del Valle, han sido asesinados por integrantes de grupos al margen de la ley, por situaciones que sus seres queridos esperan y anhelan pronto sean aclaradas por las autoridades.
Por ello, debemos estar atentos a su bienestar, eso, no quiere decir que se deba ceder a todos sus caprichos, pero la reprensión debe hacerse con prudencia, sin hacer que ellos pierdan la confianza en sus seres amados.