Aunque a mi edad y después de trasegar por diferentes vericuetos de la vida, nada me sorprende, sí hay algunos hechos que me llaman la atención y hasta me causan hilaridad. Es el caso del triste célebre discurso del congresista Daniel Carvalho, quien dijo sin sonrojarse, que hace 25 años consume marihuana y que a él no le ha hecho daño y hasta se jactó de haber cursado dos carreras universitarias y ocupado diferentes cargos públicos y en el sector privado.
Y, a decir verdad, en su caso el representante Carvalho tiene la razón, pero lo que no dijo es que gracias a la marihuana hoy hay un ejército de niños, jóvenes y adultos que van como zombis por las calles de este país, al no correr con la misma suerte del connotado dirigente pues buena parte de ellos salieron y siguen saliendo de los barrios más pobres de la que muchos llaman la Colombia olvidada.
Esos niños y jóvenes no corrieron la misma suerte del prestante padre de la patria de contar con una familia funcional que a lo mejor lo arropó en su adeción y por el contrario provienen de hogares fracturados por la pobreza, con violencia intrafamiliar de por medio y donde las bandas delincuen-ciales los han cogido de carne de cañón para instrument-alizarlos en el microtráfico que deja millares de muertos y familias sumidas en el dolor.
Quienes vivimos en carne propia el drama de un pariente transitando por ese camino oscuro de las drogas, nos apartamos de lo expuesto por Carvalho, pues presenciamos y vivimos el padecimiento de lo que significa esperar en vela a que un chico de 14 años aparezca en la puerta de la casa o lo que es peor, que suene el celular anunciando la muerte por sobre dosis o por las balas que van y vienen en una sociedad donde la muerte de los jóvenes se volvió paisaje.
Es triste que este tipo de personajes pretendan ser ejemplo en un país tomado por el relativismo que nornmaliza lo malo y eso incluye el consumo de cualquier tipo de sustancia adictiva.